Cuando hace
unos días un suceso futbolístico con ribetes políticos llenó los espacios
noticiosos deportivos y no tantos: “Cristiano Ronaldo se negaba a intercambiar
camiseta con un jugador israelí”, muchos criticaron al número 7 del Real Madrid,
mientras otros aplaudían el gesto. Los críticos más acérrimos del futbolista
calificaron el hecho como “una más de sus bufonadas”. Sin embargo, en el plano
personal, y conste que le voy al Barça, ganó mi simpatía.