Pero no voy a recordar un día triste, quiero, en cambio, recurrir a aquel tiempo en el que íbamos de vacaciones a su finca y nos reuníamos todos los primos. Era un paraíso natural, caballos, ríos, montañas, suculentas comidas, vacas para ordeñar, dulce de borugas de leche, café en el pilón… Y la casa de tabaco, ese era el lugar preferido para jugar a los escondidos, todavía cierro los ojos y puedo sentir el olor.
Una de aquellas vacaciones la pasé en cama, porque en aquel mágico lugar también habitaban las avispas y parece que nuestra algarabía las molestó. Me picaron unas 50 aproximadamente. Mi abuelo me hizo una hamaca de saco, amarrada de dos jobos y allí pasé el tiempo, leyendo a Mark Twain, inflamada hasta los pies, tomando antihistamínicos disueltos en miel de abejas de la tierra, bebiendo sambumbia en jícara (café americano), y “corriendo” con Tom Sawyer por todos los trillos de California, la finca de mi abuelo.
Voy cabalgando, a la zanca, con mi abuelo Ramiro en el viaje de ida y vuelta a casa de Alejo, el lugar por donde pasaba la carretera de acceso a la ciudad. Estoy agarrada a su cintura y puedo sentir el olor de su sudor, el aroma del puro y escuchar el sonido de las espuelas. Pero ahora voy de retorno, traigo de regreso al abuelo, ahora es él quien va a mis espaldas, porque no pienso dejarlo ir, a partir de hoy lo llevo conmigo a todas partes.
Excelente Maga, ahora pa´lante siempre, yo te ayudo en el ciberespacio
ResponderEliminarGracias Meli, por todo, por tu ayuda!!!
EliminarLindooo...lei esto y estuve contigo en la finca de tu abuelo..hummm dulce de boruga y con leche recien ordeñada..ufff que rico. Pero especialmente, me llevo a mi infancia el olor a tabaco...ya sabes...ese tambien es el olor de mis primeros años y de casi toda mi vida.
ResponderEliminarGraciar por leerme amiga, esos son los olores y sabores de mi infancia
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