Gabriel Toledo Toledo, camarógrafo de la Televisión en Cienfuegos, ya jubilado, y un querido colega y vecino por más de 30 años, falleció. Una enfermedad respiratoria le cortó el último aliento. En su homenaje, desempolvo esta entrevista que le hiciera en 2005, sirva pues de tributo
Corrían los primeros días del año 1976 cuando
Gabriel Toledo, camarógrafo de la Televisión Cubana,
acreditado en la provincia Las Villas, se aprestaba a tomar imágenes nunca vividas
por él, y el equipo de prensa que lo acompañaría por casi un año en tierras
angolanas. Esta vez no cubrirían la construcción de una carretera ni las
labores de los macheteros en la zafra azucarera, como era común; en cambio,
recogerían el testimonio de un regimiento cubano en África, específicamente en
Angola, compuesto en su mayoría por veteranos de la Lucha Contra Bandidos (LCB) en
las montañas cubanas, recién triunfada la Revolución.
Desde el mismo año 1959, Toledo, como le
conocían en el medio periodístico, se integró al Ejército; pero este hombre,
nacido en El Naranjo, en el mismo corazón del Macizo de Guamuhaya, no estaba
hecho para las armas y la férrea disciplina militar. “Allá por el ’65 supe de
un curso para corresponsales de guerra y me integré a él de inmediato. Para
entonces no tuve una cámara de televisión y debí conformarme con una de
fotografía; pero igual la utilicé para dejar en blanco y negro una parte de la
historia de las Fuerzas Armadas (FAR). Así nace mi pasión por apretar el obturador
ante cualquier imagen que pueda ser noticia.
“A finales de la década de los 60 me desmovilizo
de las FAR y comienzo a trabajar como reportero y camarógrafo de la Televisión Cubana
en la antigua provincia de Las Villas, territorio que comprende a Sancti
Espíritus, Cienfuegos y Villa Clara. El Periodismo que se hacía en aquella
época dista mucho del de ahora, como es lógico. Otro compañero y yo
realizábamos todo el trabajo reporteril de la televisión en la zona, sin
transporte. Para ello debíamos movernos por toda la geografía de la región
central. Recuerdo que enviábamos texto e imágenes en cinta, a través del
transporte interprovincial. En ese trabajo me mantuve hasta que surgió la idea
de acompañar al Regimiento de la
LCB que operaría en Angola, ante el pedido de ayuda del
gobierno de ese país africano”.
Un día se vio Toledo, nuevamente enfundado en
ropa militar de campaña, cámara en mano, recogiendo en imágenes la preparación
de los hombres, a los que más tarde acompañaría en difíciles y riesgosas
operaciones por la selva africana, un escenario desconocido para él y sus
coterráneos. La Sección
de prensa la integraban, además, Pedro Larralde, periodista; José Hernández,
fotógrafo. Más adelante se incorporaría Lázaro García, trovador cienfueguero y
también redactor.
“Resulta curioso, pero durante mi estancia en
Angola no disparé un solo tiro y sí filmé miles de pies de película. En el
fragor de los combates tratábamos de captar todo lo que más tarde serviría para
testimoniar aquella etapa de la historia. Tengo muchas anécdotas que contar,
tristes unas, alegres otras, pero cargadas todas de humanismo y valor. Recuerdo
que como parte de la brigada artística que se nos unió en aquella misión,
estaban Los Cañas, era increíble el valor de aquellos músicos que cambiaban los
instrumentos musicales por los fusiles cuando se hacía menester.
“Y de manera particular recuerdo a Silvio
Rodríguez, que con una pierna inmovilizada por una fractura, daba hasta tres
conciertos diarios al Regimiento. Qué decir de los soldados; los observaba a
través del visor, cansados, marchando por inhóspitos y desconocidos parajes,
lejos de los suyos, muchas veces con hambre y frío, pero que igual se
enfrentaban al enemigo y le arrebataban la victoria. Había coraje entre
aquellas personas, no temían a la muerte y peleaban con valor”.
Atravesaron Angola de Este a Oeste hasta
llegar a la frontera con Namibia. La tropa bautizó la difícil travesía como la Trocha de Júcaro a Morón,
recordando la hazaña mambisa, según rememora Toledo. Y el camarógrafo quedó
atrapado por la belleza del exuberante paisaje de la selva, en contraposición
lo asombraron las imágenes de desolación y muerte que iban dejando a su paso la
Unión Nacional para la Independencia Total
de Angola (UNITA), las fuerzas contrarias al gobierno popular de Agostino Neto,
en su huida hacia la frontera.
“La muerte de los compañeros, como absurdo
hecho, siempre impresiona. Tengo grabada en mi mente, como una secuencia, la
noticia de la muerte del capitán Cánepa, durante una emboscada. Era un viejo
conocido. Cayó junto a otros combatientes y durante su entierro en Huambo, el
pueblo todo se unió a nosotros y resultó un hecho inusual, porque no era
costumbre en ellos. Fue un conmovedor acto de solidaridad, han pasado más de 30
años y aún lo tengo muy vívido.
“Lo compartíamos todo, doblemente, porque al
dejar plasmado en imágenes los hechos, estos nos marcaban más en lo humano.
Desde la misma partida de Cuba, en barcos de carga, fuimos unos combatientes
más en aquella tropa, aunque nuestras armas eran los lentes, cámaras,
películas, agendas y plumas. Caminábamos por la selva durante extensas
jornadas; en una ocasión, en seis días, solo hicimos dos comidas; le pasábamos
muy cerca al terreno minado por el enemigo y dormíamos a la intemperie, en
hamacas, con la compañía de las cobras, que nos pasaban bien de cerca”.
Alexandre de Oliveira, de 13 años, vive en
Junda: “La UNITA
mató a mi padre y a mi madre, les ataron los pies y las manos y se los
llevaron…”, este es el testimonio de un niño que presenció el asesinato de sus
padres y que Toledo guarda en sus memorias.
“A nuestro paso chocábamos con la cruda
realidad de aquel país, el que a pesar de poseer incontables recursos
materiales, estaba sumido en la más cruel miseria. A cada instante recordábamos
a Cuba, esa islita cálida que nos esperaba y a los nuestros, los seres queridos
que cubrían nuestra retaguardia”.
Pedro y Manuel Catallongo, de 12 y 14 años,
también forman parte de la memoria fílmica de Toledo, recuerda cómo los encontraron
consternado por el asesinato de sus padres y de cómo se unieron a su equipo
como dos miembros más. Al repasar cada milímetro de película las vivencias se
agolpan, pasados más de 30 años y ya nunca más fue el mismo, desde entonces
lleva el alma atada al visor, no como un cronista, sino como un ser humano que
siente muy profundo todo lo que filma y graba.
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