A
los 75 años Ángela había perdido la esperanza de volver a caminar. El sillón y
la cama habían limitado su existencia cuando todavía tenía deseos, fuerza y
capacidad para ser y sentirse útil. A un rincón de la casa fue a parar su
máquina de coser. La Singer
de tantos apuros estaba oxidada como su rodilla derecha, resultante de una
artritis. Ya antes, una caída le provocó una fractura y de ese lance hoy la
pierna izquierda esta fija por artrodesis.
Pero Elita, como le conocen sus íntimos, es
una mujer de estirpe, de esas que no se dejan vencer por la adversidad, y hasta
la capital fue a parar cuando supo que con una prótesis total de rodilla podría
recuperar la movilidad. Este servicio era para entonces, exclusivo del
Instituto de Ortopedia y Traumatología Frank País.
Y como suele pasar a las personas
persistentes, obtienen al final lo que auieren, Ángela González Suárez no tuvo
que ir a La Habana
a por su rodilla nueva. La política de acercar los servicios de esta
especialidad benefició a Cienfuegos y érase que Elita se vio en el quirófano,
rodeada de los cirujanos del “Frank País” y de los locales, para que ella pueda
dar pasos, como hoy los da el área de Ortopedia y Traumatología del Hospital de
Cienfuegos.
El Dr. Francisco Lam González, jefe de estos
servicios en el Hospital Universitario Dr. Gustavo Aldereguía Lima (GAL),
comenta sobre la
Artroscopía. “Esta intervención quirúrgica es la apertura de
una nueva época. El equipo de cirujanos está formado y las condiciones creadas
para ampliar nuestro espectro, que está muy ligado a la calidad de vida de los
pacientes. Esta es la prueba real de que estamos listos y cuando Ángela camine
adelante, ahí estará el éxito de este team, que apuesta por la vida”.
LA HORA CERO
El equipo de anestesiología se mueve
alrededor del quirófano. Ángel Fernández (Angelito), jefe de estos servicios en
el GAL; María Palacios, toda experiencia en estos trajines; y la novel Yoryana
Cruces, residente de la especialidad. Con la colocación, a las 10:00 a.m., de
anestesia regional espinal, conocida como raquídea, a la paciente, comienza la
jornada, que viene a ser como trasponer el umbral de lo que será la otra
existencia de Elita.
Angelito y su gente están a partir de este
momento atentos a los signos vitales y a todo aquello que pueda significar
peligro para la vida de esta mujer, de avanzada edad además. La mantienen
hidratada, con oxígeno, se mueven a su alrededor e incluso conversan con ella.
Pasadas las 10:20 a.m. entran en acción los
cirujanos. Por el Instituto, los especialistas Orlando De Cárdenas Centeno,
subdirector docente de la institución; y Antuan Croas Fernández, miembro de su
equipo. De los locales: Francisco Lam González, Amado Bermudez y Omar Granados,
este último en las funciones de cirujano intrumentista. Con la destreza, que es
su esencial característica, anda de un lado para otro dentro del salón, Miguel
Liriano (Miguelito), licenciado en Enfermería y persona vital en lo profesional
para el team.
Comprobada la efectividad de la anestesia
proceden a extraer las grapas que fijaban la rodilla de Ángela, en un intento
quirúrgico anterior por aliviarla. Al decir de
Horacio Suárez Monzón, ortopédico, quien se ofrece a ser el guía de esta
reportera en el viaje que daremos, junto a Ángela, de retorno al camino.
A partir de entonces, el trabajo es intenso,
todos se mueven alrededor de la mesa. Los anestesistas, pendientes del estado
de Elita, calculan cuanta sangre ha perdido, como anda su frecuencia cardíaca,
la presión arterial, le preguntan su estado constantemente, para escuchar de su
propia voz cómo está, en fin.
Los
cirujanos no se detienen hasta dejar expuesta la rodilla. Cerrada la insición
anterior, hacen una definitiva, donde colocarán la prótesis, exponen la rótula
y se extrae toda la parte articular dañada, colocando en su lugar un aditamento
plástico. Más adelante, después de múltiples pasos, se realizan las mediciones
para determinar el número de prótesis a emplear.
Son las 10:40 a.m. cuando Angelito solicita
análisis de laboratorio para la paciente, a estas alturas determinan grupo
sanguíneo para trasfundir. Los cirujanos no detienen su trabajo, el tiempo es
oro y continúan adelante. Unos, demostrando sus habilidades, como en una clase
práctica; y otros, los cienfuegueros, colaborando a la vez que toman
experiencia en una operación que se realiza por vez primera en Cienfuegos.
Con el Dr. Angel Fernández, jefe de los
Servicios de Anestesiología del GAL hacemos un aparte para conocer detalles de
esta vital especialidad. “No caben dudas que durante una intervención
quirúrgica, incluso de las más simples, la vida de los pacientes está en manos
de los anestesistas, porque somos nosotros quienes controlamos y estamos
atentos a los signos vitales, calculamos la sangre que se pierde, en fin, todo
lo que significa peligro. Es una gran responsabilidad, pero contamos con un
personal preparado, consciente de sus funciones”.
A
MITAD DEL CAMINO
Son las 11:40 a.m., ha trascurrido una hora
de tiempo quirúrgico, Elita está estable, y proceden a colocar la meseta
tibial. Miguelito es todo ritmo, prepara instrumental, ayuda a los cirujanos,
seca el sudor de las caras agotadas por el tiempo y el esfuerzo físico... El
Dr. De Cárdenas advierte la necesidad de dejar constancia en la historia
clínica de la paciente de las etiquetas de todo cuanto se le implante, “que
este es un proceder según las normas internacionales -dice-, que deja
constancia y facilita la solución de cualquier complicación posterior de
rechazo de su organismo”.
Luego de preparado el lecho proceden a la
disposición de los tres componentes de la prótesis: rotuliano, femoral y tibia,
elaborados de materiales especiales. Cuando todos los elementos son colocados,
usando un cemento especial que contiene incluso gentamicina, los cirujanos
proceden a la reducción o adaptación, y de inmediato comprueban la estabilidad
y movilidad de la nueva rodilla de Ángela.
Todo marcha bien, la oxidada “bisagra” se
mueve y ya me imagino a Elita balanceando el pedal de su Singer.
Comienza la sutura por planos (más de 60
puntos) y el drenaje, seguido le practican rayos X de control, y de pronto
aquel salón que semejaba una colmena en plena producción, se ha quedado con los
imprescindibles. María chequea a Ángela y establece una plática con la
paciente, como si aquella le “pasara” una receta de cocina, de esos platos que
sólo las abuelas hacen bien. Son las 12:40 del mediodía, el team está agotado
pero satisfecho. Amancia, la empleada de servicios, ordena aquel maremagnun de
gasas, instrumental, suturas...
En el pasillo, chequeando los exámenes de
rayos X, conversamos con el Dr. Orlando De Cárdenas Centeno, quien entre otras
responsabilidades está a cargo del Programa Nacional de Atención a Rodilla.
“Fíjate qué curioso, en este Hospital, recién estrenado entonces, cumplí mi
servicio social y ahora, una vez más, regreso. Estoy complacido con el equipo
de Ortopedia de acá, este que nos acaba de acompañar en la intervención, estoy
seguro que seguirán adelante con éxito.
“Todo quedó perfecto”, dice comparando las
placas recién hechas con las anteriores, indica los cambios y sonríe
satisfecho. A su lado el joven Antuan Croas, de quien dice es su colaborador
más cercano, y eso lo pudimos apreciar en el quirófano, corrobora el
diagnóstico.
Ángela, tras su recuperación, será ingresada
por 24 horas en Terapia Intensiva, hasta tanto su organismo responda de forma
positiva ante los cuerpos extraños colocados en su rodilla. A la 1:00 p.m.,
dejamos atrás el quirófano y a todo aquel equipo, enfundados en sus trajes
verdes, con la cotidianidad sobre los hombros, devolviendo la esperanza a sus
semejantes. Es curioso, pero a estas personas sólo se le ven los ojos, porque
gorros y nasobucos les cubren el rostro. Allí, junto a Ángela, los había de
todos colores, incluso rasgados, pero el brillo los delataba como hombres
entregados a una profesión distinta, la más humana de todas.
FINAL
FELIZ
Transcurridos siete días de la operación visitamos
a Ángela González Suárez en su domicilio de la calle 44 en Cienfuegos. Ella
está feliz, habla por teléfono con su familia, sonríe, y cuenta sobre los
planes que tiene, a la vez que muestra un montón de costuras que tiene por
hacer.
“Yo soy nacida y criada en el campo, de Ojo
de Agua, en Cumanayagua, tengo cuatro hijos, tres hembras y un varón. Los
guajiros somos gente curtida, que no tenemos miedo a nada”, dice cuando le
comento lo bien que se comportó en su larga y dura intervención quirúrgica.
“Yo se lo digo a mis hijas, que escuchaba los
martillazos, ellas no me lo creen, claro, no me dolía. Yo sólo pensaba en que
al final de aquel largo trillo volvería a caminar”.
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