viernes, 29 de junio de 2012

Omar de Cienfuegos

Ningún transeúnte de la ciudad de Cienfuegos recuerda cuando Omar traspasó el límite de la cordura y la demencia. Un buen día lo vimos instalarse en el céntrico Boulevard de la calle San Fernando, descalzo y hablando de sus amores, calle arriba y calle abajo, sin reparar en el mar de pueblo que se le cruza.

  Fefita, Reglita, Maité, Yeyita, Catalina… se cuentan entre sus musas y aunque algunas palabras obscenas se le escapan, no ofende ni molesta a los que desandan la populosa arteria. Sin demeritar al Benny Moré, Villa Soberón encontraría un modelo para esculpir, porque Omar es parte de esta ciudad, como una vez lo fuera Pascual, para las generaciones que le recuerdan.


  Quizá en piedra, con unos enormes pies que no resisten calzado alguno, una nariz ancha, unas manos regordetas que recogen el peso amarillo metálico que le dan para tomarse un refresco y aguantar un tabaco. Porque Omar es ya una parte recurrente de Cienfuegos, un personaje que “adorna” esta carismática ciudad que es mar y cubanía.

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