Y fue el sexto día del
décimo mes, cuando la algarabía de jóvenes inocentes que habían ganado un
montón de medallas se fue al fondo del mar, cerca de las costas de la apacible isla de
Barbados. Toda Cuba vistió de luto, la injusticia tembló y el pueblo lloró la
pérdida de valiosas vidas.
¡Cuántas existencias truncadas y sueños
dejados a la mitad! ¡Cuántos anhelos, competencias por realizar, abrazos
pendientes…! Y todo por odio, por impotencia, por no haber podido hacer de Cuba
la nación que ellos, quiénes desde Miami promovían el terrorismo, urdían.
No importa el peso que a sus espaldas carguen,
el autor intelectual de este atentado, que empujó hacia a la muerte a 73 personas inocentes, vivió allí, al amparo de la justicia made in USA,
mientras las familias de esta orilla, echan de menos a uno de los suyos.
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