El aire toma forma de tornado / y en él van amarrados / la muerte y el dolor…
Esta es la historia una y mil veces contada
por Nemesia Rodríguez Montano, una niña cenaguera que contaba 13 años, cuando
se produjo la invasión mercenaria por Playa Girón. “Los recuerdos están muy
frescos, es increíble, 50 y tantos años después, ver morir a mi madre y caer herida a
parte de mi familia, fue un impacto muy fuerte, y fíjate que para entonces no comprendía ni la mitad de
las cosas que hoy en día alguien de esa edad”.
Ha transcurrido mucho tiempo, sin embargo,
las lágrimas aún corren por sus mejillas. “La historia de los zapaticos blancos
es bien cierta, pero fue Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, poeta y reportero en Girón, quien la descubrió.
Allá quedaron tirados, llenos de huecos por la metralla y él los tomó hasta
encontrarme en el hospital”.
Una columna oscura se levanta / y los niños se arrancan / los juegos de un tirón.
Una columna oscura se levanta / y los niños se arrancan / los juegos de un tirón.
“Lo más triste y doloroso fue que desde los
aviones se divisaba éramos niños y familias que se trasladaban y así mismo nos
bombardearon. Incluso estábamos saludando porque llevaban la bandera cubana como insignia, no avistábamos peligro alguno. Luego
supimos era un B-26. Mis anhelados zapatos blancos fueron las primeras víctimas.
Ese fue el último día de mi niñez”.
Abuela tus tijeras son rurales / y cortan otros males / pero este viento, no.
“Mi abuela vivió algunos años más, atada a un
sillón de ruedas, en cambio mi madre murió casi al instante, la velamos allí
mismo en Jagüey Grande, adonde fuimos evacuados. Desde entonces, mi familia
quedó herida, figúrate, huérfanos de madre. Por eso no me canso de contar esta
historia, para los que no conocieron esos días y tienen que vivir estos, tengan
presente lo que son capaces de hacerlos mercenarios por salirse con la suya”.
Con la muerte todas las cosas ciertas / grabaron una puerta / en el centro de abril.
Y resultó una elegía a unos zapatos blancos,
al carbón y a la muerte que un día se apoderó de la Ciénaga de Zapata, pero
ahí está Nemesia, quien continúa narrándola, para que nunca más tengamos
carboneras sin zapatos.
Las fotos son de Ismael Francisco, fotógrafo de Cubadebate
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