martes, 11 de marzo de 2014

Octavio, Quijote Gris




Por Yansulier García Álvarez*

En la tarde-noche del pasado miércoles 5 de marzo, Octavio Pérez Valladares dejaba de existir. Terminaba así una existencia fructífera del Periodismo Cienfueguero. Sirva esta entrevista, hecha hace algún tiempo e inédita, como homenaje póstumo 

  “He caminado atravesando caballerías de petunias”, ha dicho Octavio, aunque no a manera de reproche o lamentación, sino todo lo contrario: orgulloso de que a lo largo de este viaje, la vida, crecieran a su paso y solo para él los obstáculos como flores. “La Fortuna, mujer borracha y antojadiza, me ha derribado una y otra vez, porque está ciega -escribió una vez-; quizás por eso me redime la sentencia del ‘Niño Sublime’: ‘Soy un hombre afortunado, nada me ha sido fácil…’”.
  Octavio Pérez Valladares nació en un lugar de Cumanayagua, de cuyo nombre siempre se quiere acordar: “La Casitadela Esquina”. No habrá de olvidar jamás que fue un viernes, 19 de enero de1951, alas 5 y 10 de la mañana, como mismo recordará siempre los chapuzones en las frías aguas del Hanabanilla y en las cálidas del Arimao, y cada instante meridiano en el pueblo más exótico y raro de Cuba, donde todo habitante posee -al menos- tres empeños vitales: “Sobresalir, regresar y dejar los huesos”.

  Octavio se autodefine como “los días de lluvia en invierno y el eterno imprudente que disfruta pasar inadvertido para (desde un rincón) ver mejor”. Le gusta imaginar que tira fotos con una cámara de cajón; ver al pitirre siempre picar la cabeza del aura; y de lo humano a lo divino, en general: desde los videos de reguetón hasta el color del cielo sin nubes. A Octavio lo disgusta, en tanto, la palabra obscena sin necesidad dicha por boca de mujer; el discurso de algunos, pasado de moda y momento histórico concreto; las barbaridades que se decían en el coche y ahora en la guagua de la ruta UNO.
En efecto, lo mismo que El Quijote a la orden de la caballería andante, Octavio Pérez Valladares se ha convertido en “un defensor provinciano de nuestro bello Español castellano”.
  -En esencia, ¿por qué lo apasiona tanto el idioma?
  -Primero que todo porque se debe poseer buena memoria. Es aburrido aprender la conjugación de los verbos, pero a fin de cuentas necesaria. Muy apasionante llegar a entender que las reglas gramaticales lavan la ropa, pero que eso no basta, pues el cuello debe lavarlo uno mismo. Una oración: “Tu desarrollo en filosofía es incipiente…”, altera su significado con sólo cambiar una letra: “incipiente” con “c” quiere decir “que comienza”, e “insipiente” con “s” “que no tiene conocimiento”. Otro ejemplo: “puya” con la “y” es “púa”, pero con “ll” significa “ironía”: “Esa mujer asó un puerco en puya… Esa mujer lanzó una pulla…”
  En realidad, el interés de Octavio por las cuestiones lingüísticas se originó muchos años atrás, por la época en empezaba a estudiar Periodismo. Se había enamorado de la hija de un talentoso abogado de la capital, una muchacha en la flor de los veinte, cuyos condiscípulos de la ciudad le aconsejaron que no saliera más con él, solo porque era natural de un pueblito del campo por donde siquiera se pasaba, sino a donde había que ir. La joven se dejó llevar. Tiempo después, Octavio se reencontró con ella en un evento, y solo entonces supo exactamente qué pasó aquella vez: había dicho en presencia suya, tres veces, la palabra “aruñar”, en lugar de “arañar”. “Estabas crudito, crudito”, le dijo.
  “Tragué en seco”, cuenta Octavio. “Ahí decidí, en silencio, estudiar nuestro idioma, y puedo asegurar que por lo complicado exige mucho esfuerzo y constancia. Si alguien se dedicara a tiempo completo para dominar, hacer aprehensión del Español castellano, no alcanzarían los años de su vida para lograrlo, porque son innumerables los giros y posibilidades de expresión que posee el modo de hablar que nos trajo el `encontronazo´, la `llegada de la esclavitud a nuestras tierras´, es decir, lo amargo y lo dulce del también `encuentro entre dos culturas´.”
  -Sin duda, el estudio concienzudo del idioma es recomendable, imprescindible, tanto para las relaciones interpersonales como para el ejercicio profesional… ¿Qué sugiere en este sentido?
  -Llevar siempre presente que “escribir es reescribir”, volver a la cuartilla las veces que sea necesario. En el instante de empezar la obra nunca pensar en la gramática, para luego ser implacable sobre la cuartilla, ahí radica el éxito. El periodista debe tener a su disposición el gran arsenal de vocablos de nuestro bello Español castellano, compuesto por 250 millones de palabras y de las cuales el hablante común usa 5 000 cada día para comunicarse.
  -Es una de las lenguas más habladas en el mundo…
  -Víctor Hugo dijo que el inglés es el idioma de los negocios, el alemán para el mando, el italiano para el canto, el francés del amor (aquí no estoy de acuerdo porque Cupido es mudo), y que el Español castellano, por complicado y complejo, con muchos caminos, el de comunicación con los dioses. Alejo Carpentier se había aplatanado en Francia y cierto periodista le preguntó: “Maestro, ¿en qué idioma usted escribe su obra actual?”, y él contestó: “¡Claro que en Español, la lengua materna!, y que luego los especialistas se las arreglen para la traducción.”
  -Profe, ¿cuáles son sus libros de cabecera?
  -Un libro es el mejor amigo de un periodista. Aconsejo leer, pero sobre todo interiorizar, seis libros, para luego poder decir: “Yo tengo una cultura media…” Uno: “La Biblia”, para conocer las llamadas “verdades eternas” y saber sobre la historia espiritual del hombre. Recuerda que el Papa Juan Pablo II expresó: “No se puede construir una nación sin el concurso de Dios”; eso significa que la espiritualidad resulta esencial, saber apreciar una caída de sol…
  “El segundo libro debe ser “El Capital”, de Carlos Marx, para conocer la vida material del hombre: qué es mercancía, valor, valor de uso, tiempo de trabajo socialmente necesario, plusvalía, etc. El tercero, la “Mitología Griega”, porque nuestro patrón ha sido la cultura occidental y toda literatura está salpicada de sus simbólicos, hermosos y educativos pasajes. Cuarto libro: “Las mil y una noches”, para tener cargadas las baterías de la imaginación (fundamental para cualquier periodista). Quinto: “El Quijote”, donde están los giros todos de nuestro idioma. Y sexto, ese que debemos tener por almohada: “El Pequeño Príncipe”, la cumbre del humanismo francés enla Literatura, donde se dice que lo esencial nunca está a la vista del ojo humano. Cada mañana debemos leer una página de este trascendental libro y seguir haciéndolo de por vida.”
  -He sabido, además, que adora los diccionarios…
  -El periodista, en su ajuar, debe contar con varios de ellos. Yo los tengo de siglas, conjugación de verbos, economía, filosofía, enfermedades, técnico, de inglés, sobre peces, del Habla Popular… En total 17 “mataburros”, y me harían falta otros más. Los diccionarios son el camino trillado por los pies de anteriores estudiosos de la lengua y hablantes; la interpretación de la respuesta de Albert Einstein a un periodista que le preguntó: “¿Cómo puede llevar tantas fórmulas en su cabeza?” “Yo no las tengo en la cabeza -contestó él-, están en el laboratorio…”
  -Ha fungido como Jefe de Redacción en dos medios de prensa provinciales: el periódico y la emisora…
  -Ahí me gané ante mis compañeros la autoridad técnica y moral para revisarles la cuartilla; algunos no entendieron que yo tenía que hacer la labor de “cirujano” y los más, aunque al cabo del tiempo, reconocieron que lo hacía para evitarles la vergüenza del error.
-Hace unos años tiene a su cargo la popular sección “Cuidemos nuestro idioma”, en Radio Ciudad del Mar. ¿Cómo llegó a ella?
  -El locutor Felipe Lanier Medina, ya fallecido, fue quien inició ese espacio y un día (después de jubilado) le manifestó a Osvaldo Vega: “Dile a Octavio que se haga cargo del idioma, porque yo no lo voy a seguir haciendo”. Así fue: empecé el domingo 2 de julio del 2000.
  -¿De qué modo la ha alimentado y sostenido todo este tiempo?
  -Fui usando la táctica de escuchar las “barbaridades maravillosas” que dice la población y explicando luego cuál sería la manera correcta de expresión. Téngase en cuenta que nuestro idioma se mueve entre lo culto y lo menos culto, y está a disposición del hablante, aunque para los profesionales de la comunicación no sea lo mismo. El ciudadano común puede argumentar: “¿Tú me entendiste, verdad?”, y se acabó la controversia; pero en el caso nuestro sí estamos obligados con el correcto uso del idioma, pues somos el adecuado modelo en aras de preservar la lengua ante ese mismo ciudadano común.
  -¿Será Octavio más conocido y recordado por esa sección que como periodista?
  -Sí, creo que soy más conocido por la sección sobre el idioma; pero al mismo tiempo (aunque paso algo inadvertido) no estoy olvidado ni mucho menos por las tantas, miles ya, de investigaciones que he publicado. Quisiera hacer más en el Periodismo y puedo asegurar que la obra periodística supera a lo relacionado con el idioma, que a mi entender ha sido una labor extra.
  -Me habla de lo que ha publicado, ¿y lo que falta por publicar?
  -Tengo muchos trabajos “planchados”. Creo que pudiera durante un año darle al periódico “Cinco de Septiembre” un trabajo inédito de valor para cada edición. El libro sobre el bandolero Polo Vélez no lo he podido publicar y es verdad que está hecho como me lo contaron las personas que entrevisté, no tiene pretensiones literarias. En el último intento aquí me dejaron una nota sin firmar y con faltas de ortografía, para justificar que eso no era de interés para la editorial.
  -De cualquier modo algún reconocimiento ha merecido su obra…
  -Los reconocimientos han sido varios, y las medallas, esas que le dan a uno por una trayectoria ejemplar después de pasar los años. Considero como los más importantes el Premio Nacional por la entrevista “Embajador de la melancolía”, al poeta Luis Gómez; y el dela Universidad“Carlos Rafael Rodríguez” de Cienfuegos, en el año 2002, por la defensa del idioma.
  -¿Realizado a plenitud?
  -Me he preparado hasta la “gaza”, como suelen decir los pescadores, pero la oportunidad de demostrarlo no ha llegado y creo que no la voy a tener nunca; con ese sueño me voy a morir y no le hecho la culpa a nadie, he sido yo el primer culpable. Por eso recuerdo mucho el proverbio: “Quien siempre dice la verdad se pasea con su propia mortaja…”
  -Lo han acusado de autosuficiente… ¿Incomprendido y estigmatizado?
  -He sido muy imprudente. Quizás sea un autosuficiente suficiente. Pudiera escribir otro libro que tampoco me publicarían: “Historia de un imprudente”. Estoy seguro de haber hecho buenos trabajos, pero han recibido por respuesta el silencio. Lo de incomprendido me importa un bledo. Me he dado cuenta de que el verdadero amor es que me comprendan y eso no lo he sentido. Yo que siempre fui muy alegre, en estos años tengo ese color gris que tú me has dado. Hubo alguien que llegó a calificarme de “viejo” y yo le contesté con una décima de Luis Gómez, que tuve necesidad de tomar prestada y alteré: “¡Viejo yo!, viejo es el Morro;/ viejo, el Castillo de Jagua,/ viejo es el río de Sagua/ y no hay quien le aguante el chorro./ Viejo, el pueblo de El Cotorro,/ y vieja la madrugada;/ si yo soy un viejo/ que para ti no vale nada/ no quiero tener nunca el complejo/ de tu juventud cansada.”
  -Volvamos sobre el amor…
  -Sobre el amor, del que he saboreado lo dulce y sufrido su acíbar, llevo presente en la memoria lo que también el poeta Luis Gómez dijo: “Otro trago cantinero/ que me lo brinda un amigo/ para un  hombre sin abrigo/ sin amor y sin dinero./ Lléname el vaso que quiero/ sepultar una ilusión/ y no critiques mi acción/ que si la bebida mata/ más daño causa una ingrata/ que un siglo bebiendo ron.”
  -Sus principales virtudes y defectos…
  -La sensibilidad extrema. Pido perdón a las personas que herí sin quererlo y a las que se han olvidado de que existo, tanto en mi pueblo como en Cienfuegos. No lograr que las cosas sean como quisiera, en ocasiones, hicieron y hacen de mí una persona irascible. Soy obsesivo compulsivo. Me voy a ir de este mundo aprendiendo, estudiando en las madrugadas para olvidar la falta de aire por la crisis de asma y anhelando tener las posibilidades y habilidades del colega Taladrid, que para mí es un paradigma del Periodismo en Cuba.
  -Sueños frustrados…
  -Me hubiera gustado estudiar Sociología enla Universidadde Harvard y me gustaría hacer la sección del idioma a través de Perlavisión. No haber podido publicar el libro sobre el bandolero Polo Vélez, aunque sea un kitsch, como ya me dijeron. No poder concluir mi vida trabajando en el periódico.
  -¿Qué le provocaría una explosión de alegría?
  -Que un día me manden de reportero a un sitio donde jamás haya ido un periodista. (Conozco el mundo por los libros, porque jamás me han mandado a ninguna parte…) Una vez pude ir a Santo Tomás, enla Ciénagade Zapata, y comencé mi crónica de la siguiente forma: “Estoy en Santo Tomás, aquí no llegan ni las cartas…”
  Octavio Pérez Valladares agradece sinceramente a los que nunca confiaron en él, por cuanto lo impulsaron; ofrece una perenne bienvenida a los amigos, pocos, quienes estuvieron a su lado con el ánimo y lo hicieron “seguir adelante por el camino de abrojos, pese a las piedras torpes y frías para las caídas”.
  “Una vez me dijeron: márchate… y yo les permití quedarse”, recuerda. “Olvidado estuve y en silencio todo este tiempo ido, pero con la esperanza por escudo, dando la mano a cuantos he podido, aunque sólo sea eso: un quijote gris…”
  Así es. Octavio es el loco número 107 que se haya conocido en la historia de Cumanayagua. No solo su pueblo, también él lo sabe: “Y que Dios perdone el agravio de quien quiera volver cuerdo al loco que vive dentro de mí, enamorado de la apoteosis de la imaginación en `Las mil y una noches´ o incansable buscador de la esencia, a fin de cuentas fuera de la vista del ojo humano. La verdadera locura que hombre pudiera cometer es dejarse morir, sin que nadie lo mate ni otras manos le acaben y estas no sean las de la melancolía, a pesar de que cada latido de su corazón lo separa de la eternidad.”
  -¿Le tiene Octavio miedo a la muerte?
  -La vez más reciente morí el miércoles 9 de noviembre del 2005 en la playa de Guanabo, cuidando a los estudiantes venezolanos de Medicina en Cojímar; me estoy muriendo desde que nací y por eso a la muerte no la temo, aunque nunca me tiraré delante de un carro. Voy a morir cuando llegue la hora y mis cenizas deben lanzarlas sobre Siguanea en las aguas del lago Hanabanilla, para servir de alimento a las truchas que antes pesqué. El titular de mi fallecimiento deberá incluir un adverbio de modo: MUERTO OCTAVIO DEFINITIVAMENTE…
Con todo, sabemos, aún seguirá cabalgando Octavio por los vastos predios del más allá, adarga al brazo y lanza en ristre contra horrores ortográficos y entuertos gramaticales; algo gris, pero siempre invicto, caballero andante, sobre las inexorables petunias de la muerte.

*Periodista cienfueguero radicado en Canadá.

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