Por Yansulier García Álvarez*
En la tarde-noche del pasado miércoles 5 de marzo, Octavio Pérez Valladares dejaba de existir. Terminaba así una existencia fructífera del Periodismo Cienfueguero. Sirva esta entrevista, hecha hace algún tiempo e inédita, como homenaje póstumo
“He caminado atravesando caballerías de
petunias”, ha dicho Octavio, aunque no a manera de reproche o lamentación, sino
todo lo contrario: orgulloso de que a lo largo de este viaje, la vida,
crecieran a su paso y solo para él los obstáculos como flores. “La Fortuna , mujer borracha y
antojadiza, me ha derribado una y otra vez, porque está ciega -escribió una
vez-; quizás por eso me redime la sentencia del ‘Niño Sublime’: ‘Soy un hombre
afortunado, nada me ha sido fácil…’”.
Octavio Pérez Valladares nació en un lugar de
Cumanayagua, de cuyo nombre siempre se quiere acordar: “La Casitadela Esquina ”.
No habrá de olvidar jamás que fue un viernes, 19 de enero de1951, alas 5 y 10
de la mañana, como mismo recordará siempre los chapuzones en las frías aguas
del Hanabanilla y en las cálidas del Arimao, y cada instante meridiano en el
pueblo más exótico y raro de Cuba, donde todo habitante posee -al menos- tres
empeños vitales: “Sobresalir, regresar y dejar los huesos”.
Octavio se autodefine como “los días de
lluvia en invierno y el eterno imprudente que disfruta pasar inadvertido para
(desde un rincón) ver mejor”. Le gusta imaginar que tira fotos con una cámara
de cajón; ver al pitirre siempre picar la cabeza del aura; y de lo humano a lo
divino, en general: desde los videos de reguetón hasta el color del cielo sin
nubes. A Octavio lo disgusta, en tanto, la palabra obscena sin necesidad dicha
por boca de mujer; el discurso de algunos, pasado de moda y momento histórico
concreto; las barbaridades que se decían en el coche y ahora en la guagua de la
ruta UNO.
En efecto, lo mismo que El
Quijote a la orden de la caballería andante, Octavio Pérez Valladares se ha
convertido en “un defensor provinciano de nuestro bello Español castellano”.
-En esencia, ¿por qué lo apasiona tanto el
idioma?
-Primero que todo porque se debe poseer buena
memoria. Es aburrido aprender la conjugación de los verbos, pero a fin de
cuentas necesaria. Muy apasionante llegar a entender que las reglas
gramaticales lavan la ropa, pero que eso no basta, pues el cuello debe lavarlo
uno mismo. Una oración: “Tu desarrollo en filosofía es incipiente…”, altera su
significado con sólo cambiar una letra: “incipiente” con “c” quiere decir “que
comienza”, e “insipiente” con “s” “que no tiene conocimiento”. Otro ejemplo:
“puya” con la “y” es “púa”, pero con “ll” significa “ironía”: “Esa mujer asó un
puerco en puya… Esa mujer lanzó una pulla…”
En realidad, el interés de Octavio por las
cuestiones lingüísticas se originó muchos años atrás, por la época en empezaba
a estudiar Periodismo. Se había enamorado de la hija de un talentoso abogado de
la capital, una muchacha en la flor de los veinte, cuyos condiscípulos de la ciudad
le aconsejaron que no saliera más con él, solo porque era natural de un
pueblito del campo por donde siquiera se pasaba, sino a donde había que ir. La
joven se dejó llevar. Tiempo después, Octavio se reencontró con ella en un
evento, y solo entonces supo exactamente qué pasó aquella vez: había dicho en
presencia suya, tres veces, la palabra “aruñar”, en lugar de “arañar”. “Estabas
crudito, crudito”, le dijo.
“Tragué en seco”, cuenta Octavio. “Ahí
decidí, en silencio, estudiar nuestro idioma, y puedo asegurar que por lo
complicado exige mucho esfuerzo y constancia. Si alguien se dedicara a tiempo
completo para dominar, hacer aprehensión del Español castellano, no alcanzarían
los años de su vida para lograrlo, porque son innumerables los giros y posibilidades
de expresión que posee el modo de hablar que nos trajo el `encontronazo´, la
`llegada de la esclavitud a nuestras tierras´, es decir, lo amargo y lo dulce
del también `encuentro entre dos culturas´.”
-Sin duda, el estudio concienzudo del idioma
es recomendable, imprescindible, tanto para las relaciones interpersonales como
para el ejercicio profesional… ¿Qué sugiere en este sentido?
-Llevar siempre presente que “escribir es
reescribir”, volver a la cuartilla las veces que sea necesario. En el instante
de empezar la obra nunca pensar en la gramática, para luego ser implacable
sobre la cuartilla, ahí radica el éxito. El periodista debe tener a su
disposición el gran arsenal de vocablos de nuestro bello Español castellano,
compuesto por 250 millones de palabras y de las cuales el hablante común usa 5
000 cada día para comunicarse.
-Es una de las lenguas más habladas en el
mundo…
-Víctor Hugo dijo que el inglés es el idioma
de los negocios, el alemán para el mando, el italiano para el canto, el francés
del amor (aquí no estoy de acuerdo porque Cupido es mudo), y que el Español
castellano, por complicado y complejo, con muchos caminos, el de comunicación
con los dioses. Alejo Carpentier se había aplatanado en Francia y cierto
periodista le preguntó: “Maestro, ¿en qué idioma usted escribe su obra
actual?”, y él contestó: “¡Claro que en Español, la lengua materna!, y que
luego los especialistas se las arreglen para la traducción.”
-Profe, ¿cuáles son sus libros de cabecera?
-Un libro es el mejor amigo de un periodista.
Aconsejo leer, pero sobre todo interiorizar, seis libros, para luego poder
decir: “Yo tengo una cultura media…” Uno: “La Biblia ”, para conocer las llamadas “verdades
eternas” y saber sobre la historia espiritual del hombre. Recuerda que el Papa
Juan Pablo II expresó: “No se puede construir una nación sin el concurso de
Dios”; eso significa que la espiritualidad resulta esencial, saber apreciar una
caída de sol…
“El segundo libro debe ser “El Capital”, de
Carlos Marx, para conocer la vida material del hombre: qué es mercancía, valor,
valor de uso, tiempo de trabajo socialmente necesario, plusvalía, etc. El
tercero, la “Mitología Griega”, porque nuestro patrón ha sido la cultura
occidental y toda literatura está salpicada de sus simbólicos, hermosos y
educativos pasajes. Cuarto libro: “Las mil y una noches”, para tener cargadas
las baterías de la imaginación (fundamental para cualquier periodista). Quinto:
“El Quijote”, donde están los giros todos de nuestro idioma. Y sexto, ese que
debemos tener por almohada: “El Pequeño Príncipe”, la cumbre del humanismo
francés enla Literatura, donde se dice que lo esencial nunca está a la vista
del ojo humano. Cada mañana debemos leer una página de este trascendental libro
y seguir haciéndolo de por vida.”
-He sabido, además, que adora los
diccionarios…
-El periodista, en su ajuar, debe contar con
varios de ellos. Yo los tengo de siglas, conjugación de verbos, economía,
filosofía, enfermedades, técnico, de inglés, sobre peces, del Habla Popular… En
total 17 “mataburros”, y me harían falta otros más. Los diccionarios son el
camino trillado por los pies de anteriores estudiosos de la lengua y hablantes;
la interpretación de la respuesta de Albert Einstein a un periodista que le
preguntó: “¿Cómo puede llevar tantas fórmulas en su cabeza?” “Yo no las tengo
en la cabeza -contestó él-, están en el laboratorio…”
-Ha fungido como Jefe de Redacción en dos
medios de prensa provinciales: el periódico y la emisora…
-Ahí me gané ante mis compañeros la autoridad
técnica y moral para revisarles la cuartilla; algunos no entendieron que yo
tenía que hacer la labor de “cirujano” y los más, aunque al cabo del tiempo,
reconocieron que lo hacía para evitarles la vergüenza del error.
-Hace unos años tiene a su
cargo la popular sección “Cuidemos nuestro idioma”, en Radio Ciudad del Mar.
¿Cómo llegó a ella?
-El locutor Felipe Lanier Medina, ya
fallecido, fue quien inició ese espacio y un día (después de jubilado) le
manifestó a Osvaldo Vega: “Dile a Octavio que se haga cargo del idioma, porque
yo no lo voy a seguir haciendo”. Así fue: empecé el domingo 2 de julio del
2000.
-¿De qué modo la ha alimentado y sostenido
todo este tiempo?
-Fui usando la táctica de escuchar las
“barbaridades maravillosas” que dice la población y explicando luego cuál sería
la manera correcta de expresión. Téngase en cuenta que nuestro idioma se mueve
entre lo culto y lo menos culto, y está a disposición del hablante, aunque para
los profesionales de la comunicación no sea lo mismo. El ciudadano común puede
argumentar: “¿Tú me entendiste, verdad?”, y se acabó la controversia; pero en
el caso nuestro sí estamos obligados con el correcto uso del idioma, pues somos
el adecuado modelo en aras de preservar la lengua ante ese mismo ciudadano
común.
-¿Será Octavio más conocido y recordado por
esa sección que como periodista?
-Sí, creo que soy más conocido por la sección
sobre el idioma; pero al mismo tiempo (aunque paso algo inadvertido) no estoy
olvidado ni mucho menos por las tantas, miles ya, de investigaciones que he
publicado. Quisiera hacer más en el Periodismo y puedo asegurar que la obra
periodística supera a lo relacionado con el idioma, que a mi entender ha sido
una labor extra.
-Me habla de lo que ha publicado, ¿y lo que
falta por publicar?
-Tengo muchos trabajos “planchados”. Creo que
pudiera durante un año darle al periódico “Cinco de Septiembre” un trabajo
inédito de valor para cada edición. El libro sobre el bandolero Polo Vélez no
lo he podido publicar y es verdad que está hecho como me lo contaron las
personas que entrevisté, no tiene pretensiones literarias. En el último intento
aquí me dejaron una nota sin firmar y con faltas de ortografía, para justificar
que eso no era de interés para la editorial.
-De cualquier modo algún reconocimiento ha
merecido su obra…
-Los reconocimientos han sido varios, y las
medallas, esas que le dan a uno por una trayectoria ejemplar después de pasar
los años. Considero como los más importantes el Premio Nacional por la
entrevista “Embajador de la melancolía”, al poeta Luis Gómez; y el dela
Universidad“Carlos Rafael Rodríguez” de Cienfuegos, en el año 2002, por la
defensa del idioma.
-¿Realizado a plenitud?
-Me he preparado hasta la “gaza”, como suelen
decir los pescadores, pero la oportunidad de demostrarlo no ha llegado y creo
que no la voy a tener nunca; con ese sueño me voy a morir y no le hecho la
culpa a nadie, he sido yo el primer culpable. Por eso recuerdo mucho el
proverbio: “Quien siempre dice la verdad se pasea con su propia mortaja…”
-Lo han acusado de autosuficiente…
¿Incomprendido y estigmatizado?
-He sido muy imprudente. Quizás sea un
autosuficiente suficiente. Pudiera escribir otro libro que tampoco me
publicarían: “Historia de un imprudente”. Estoy seguro de haber hecho buenos
trabajos, pero han recibido por respuesta el silencio. Lo de incomprendido me
importa un bledo. Me he dado cuenta de que el verdadero amor es que me
comprendan y eso no lo he sentido. Yo que siempre fui muy alegre, en estos años
tengo ese color gris que tú me has dado. Hubo alguien que llegó a calificarme
de “viejo” y yo le contesté con una décima de Luis Gómez, que tuve necesidad de
tomar prestada y alteré: “¡Viejo yo!, viejo es el Morro;/ viejo, el Castillo de
Jagua,/ viejo es el río de Sagua/ y no hay quien le aguante el chorro./ Viejo,
el pueblo de El Cotorro,/ y vieja la madrugada;/ si yo soy un viejo/ que para
ti no vale nada/ no quiero tener nunca el complejo/ de tu juventud cansada.”
-Volvamos sobre el amor…
-Sobre el amor, del que he saboreado lo dulce
y sufrido su acíbar, llevo presente en la memoria lo que también el poeta Luis
Gómez dijo: “Otro trago cantinero/ que me lo brinda un amigo/ para un hombre sin abrigo/ sin amor y sin dinero./
Lléname el vaso que quiero/ sepultar una ilusión/ y no critiques mi acción/ que
si la bebida mata/ más daño causa una ingrata/ que un siglo bebiendo ron.”
-Sus principales virtudes y defectos…
-La sensibilidad extrema. Pido perdón a las
personas que herí sin quererlo y a las que se han olvidado de que existo, tanto
en mi pueblo como en Cienfuegos. No lograr que las cosas sean como quisiera, en
ocasiones, hicieron y hacen de mí una persona irascible. Soy obsesivo
compulsivo. Me voy a ir de este mundo aprendiendo, estudiando en las madrugadas
para olvidar la falta de aire por la crisis de asma y anhelando tener las
posibilidades y habilidades del colega Taladrid, que para mí es un paradigma
del Periodismo en Cuba.
-Sueños frustrados…
-Me hubiera gustado estudiar Sociología enla
Universidadde Harvard y me gustaría hacer la sección del idioma a través de
Perlavisión. No haber podido publicar el libro sobre el bandolero Polo Vélez,
aunque sea un kitsch, como ya me dijeron. No poder concluir mi vida trabajando
en el periódico.
-¿Qué le provocaría una explosión de alegría?
-Que un día me manden de reportero a un sitio
donde jamás haya ido un periodista. (Conozco el mundo por los libros, porque
jamás me han mandado a ninguna parte…) Una vez pude ir a Santo Tomás, enla
Ciénagade Zapata, y comencé mi crónica de la siguiente forma: “Estoy en Santo
Tomás, aquí no llegan ni las cartas…”
Octavio Pérez Valladares agradece
sinceramente a los que nunca confiaron en él, por cuanto lo impulsaron; ofrece
una perenne bienvenida a los amigos, pocos, quienes estuvieron a su lado con el
ánimo y lo hicieron “seguir adelante por el camino de abrojos, pese a las
piedras torpes y frías para las caídas”.
“Una vez me dijeron: márchate… y yo les
permití quedarse”, recuerda. “Olvidado estuve y en silencio todo este tiempo
ido, pero con la esperanza por escudo, dando la mano a cuantos he podido,
aunque sólo sea eso: un quijote gris…”
Así es. Octavio es el loco número 107 que se
haya conocido en la historia de Cumanayagua. No solo su pueblo, también él lo
sabe: “Y que Dios perdone el agravio de quien quiera volver cuerdo al loco que
vive dentro de mí, enamorado de la apoteosis de la imaginación en `Las mil y
una noches´ o incansable buscador de la esencia, a fin de cuentas fuera de la
vista del ojo humano. La verdadera locura que hombre pudiera cometer es dejarse
morir, sin que nadie lo mate ni otras manos le acaben y estas no sean las de la
melancolía, a pesar de que cada latido de su corazón lo separa de la
eternidad.”
-¿Le tiene Octavio miedo a la muerte?
-La vez más reciente morí el miércoles 9 de
noviembre del 2005 en la playa de Guanabo, cuidando a los estudiantes
venezolanos de Medicina en Cojímar; me estoy muriendo desde que nací y por eso
a la muerte no la temo, aunque nunca me tiraré delante de un carro. Voy a morir
cuando llegue la hora y mis cenizas deben lanzarlas sobre Siguanea en las aguas
del lago Hanabanilla, para servir de alimento a las truchas que antes pesqué.
El titular de mi fallecimiento deberá incluir un adverbio de modo: MUERTO
OCTAVIO DEFINITIVAMENTE…
Con todo, sabemos, aún
seguirá cabalgando Octavio por los vastos predios del más allá, adarga al brazo
y lanza en ristre contra horrores ortográficos y entuertos gramaticales; algo
gris, pero siempre invicto, caballero andante, sobre las inexorables petunias
de la muerte.
*Periodista cienfueguero
radicado en Canadá.
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