martes, 25 de octubre de 2016

Delicada flor silvestre



 
Una joven, demasiado imberbe diría yo para estar entre un gremio de campesinos, pide la palabra en el Pleno de ANAP, y habla como si hubiese vivido el triple de los 22 años que tiene. Se expresa con madurez, con el ímpetu de su tiempo y por la carita me sigue pareciendo que es una adolescente. Pero cuán equivocada estoy.
Termina la reunión, una que se ha extendido más de lo que debe durar una cita de hombres acostumbrados la lidia cotidiana con el surco, las semillas, los animales… la busco entre la multitud y le pido sentarnos a conversar. Alta, delgada, arreglada como para un día de fiesta. Se trata de Delia Rosa Espino Ramos, tiene 22 años, es la presidenta de la Organización de base de la Cooperativa  de Créditos y Servicios Antonio Maceo, y tiene un hijo pequeño de 4 años.

“Yo quería ser psicóloga. Era el primer expediente de mi Preuniversitario, pero llegó el embarazo y fue entonces como me convertí en madre, y atrás quedaron mis anhelos de estudiar, los que están detenidos solo por el momento. Quiero hacerme agrónoma, porque le he tomado al gusto al campo”.
Ella es la hija del campesino Vidal, a quien consideran uno entre los grandes allá por el territorio de Yaguaramas. Su madre le cuida el niño para que ella pueda desandar el extenso territorio de la Cooperativa, y llegar a cada campesino, conocer sus inquietudes, necesidades, saber el estado de los compromisos productivos, y crear los nexos que los unen, a pesar del extenso territorio que abarca.
“Me monto en lo que sea, transporte alternativo, un caballo, coche..., lo que sea, imagínate tenemos gente nuestra allá en territorio que ya está en la Ciénega de Zapata, como Babiney; y otros que limitan con Aguada de Pasajeros. El trabajo no es fácil, pero es necesario llegar a todos y explicarles los asuntos de la CCS. No es fácil”.
A seguidas inquiero sobre cómo lo toman los campesinos, gente ruda y a veces machista, ver aparecerse en sus lares a una muchachita menuda, con voz aguda, montada a caballo y diciendo, cómo hay que hacer las cosas o exigiendo por las entregas al consumo social.
“No tengo problemas con mi gente, me respetan y me quieren” Y una sonrisa se dibuja en su cara, como un signo de satisfacción. Y aprovecho para preguntar cuál es la cifra de campesinos que atiende. "Son “397, dedicados a producir cultivos varios, granos, un tanto son ganaderos. El territorio abarca 8 asentamientos poblacionales, siete consultorios del médico de la familia, otro tanto de escuelas, bodegas… y a todas les prestamos atención, en lo constructivo y lo social. Es un territorio extenso de 3 mil 400 hectáreas de tierras cultivables”.
A estas alturas caigo en cuenta que Delia Rosa es una computadora, tiene un control, absoluto, del trabajo que desempeña. Me cuenta que esta fue la primera Asociación de Base creada en el país, y lo dice con mucho orgullo. Y a seguidas argumenta que, hace muy poco participó en un recorrido con la Bandera de la UJC, representando a los jóvenes campesinos.
“Con el campesinado es preciso conversar, escuchar sus problemas y necesidades, no se puede esperar al día en que nos reunimos, es esporádico, a la gente del campo no se le puede estar convocando para una reunión con frecuencia, la cita de ellos es en el campo, con la siembra y los animales, y ahí es donde estoy yo, para oírlos y encaminar las gestiones”. Concluye y sonríe, posa para la foto, me da su teléfono, y regresa con los suyos, porque para ella el tiempo es oro.

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