viernes, 2 de marzo de 2012

Una amiga puerta con puerta

 Mercedes es una nueva amiga que la vida me regaló. Vino hace muy poco a vivir a Cienfuegos desde la oriental Gibara. Llegó como una ola y se instaló rápido, pero no se acostumbra a Cienfuegos, añora a su querido Gibara todo el santo día.  Por suerte tiene al mar en su balcón. Además de amiga, es mi vecina, puerta con puerta como decimos los cubanos.
  Me despido de ella todas las mañanas, cuando salgo al trabajo y en la tarde me espera con su puerta abierta, de par en par, porque se crió en una casa estilo colonial y no se acostumbra a vivir encerrada en un apartamento de piso 14.
  Recuerdo que primero se instaló su sobrino, trajo un montón de muebles antiguos y objetos que pasaron de generación en generación. Confieso que quedé fascinada porque amo las antigüedades, y luego llegó ella, con su andar lento, la voz pausada pero fuerte y clara y esa amabilidad que desborda.
  Y mira que Mercedes ha tenido que “ayudarme”, a destrabar ese dichoso llavín, prestarme herramientas para “forzar” la entrada a mi propia casa, usar su lámpara recargable para recoger mi bolso vaciado en el pasillo para encontrar las llaves, en fin… Pero también hemos compartido un arroz con leche con canela, un trozo de kake con ensalada de los cumpleaños de los míos, jarabes para el catarro, cloro para blanquear la camisa de uniforme de mi hijo y un montón de cosas más, de esas que hacemos las vecinas y que nos acercan.
  Allá por enero, cuando el año se estrenaba, Mercedes me convocó a la sala de su casa, la solemnidad me asustó, incluso llegué a pensar que estaría harta de mis locuras y enredos con la puerta, pero no, Mercedes quería regalarme una bandejita de cristal de Bohemia con dos vasitos, una joya que había estado por muchísimos años en su familia: “Yo sé que aprecias lo BUENO y que por siempre lo vas a conservar, qué compromiso, porque ya casi con 91 años, no sé si tendré tiempo para decirte, que te quiero y que eres mi mejor vecina”.
  Quedé sin palabras, pocas veces me he sentido tan conmovida, nunca antes el cariño de un ser especial, que carga sobre sus espaldas el enorme peso de 91 años, había provocado tal emoción, al punto de hacerme derramar lágrimas. Y ayer, precisamente, cuando una vez más se trabó el llavín de mi entrada, Mercedes, un ser pequeñito y grande a la vez, me recordó que es mi amiga puerta con puerta.