lunes, 13 de marzo de 2017

Laura y las cebollas



Tiene 21 años, y quizá cambió el estudio por el trabajo de manera prematura, digo yo, porque se supo más útil entre los suyos allá en Balboa, la comunidad perteneciente al municipio de Lajas, en Cienfuegos, donde otrora el olor del mela’o de la caña y el pitazo de la fábrica de azúcar eran señal de vida. O vaya usted a saber qué pasó por la cabeza de Laura Limonte Suárez para no continuar en la escuela. Ella no responde cuando inquiero por una profesión, solo se encoge de hombros, y nada, tengo esa manía de pensar en la Universidad para todos, sin a veces caer en cuenta que la sociedad también necesita de otros oficios.
La muchacha teje una ristra de cebollas moradas, y cuando son cerca de las 10:00 a.m., ya tiene una buena cantidad. ¿Cuánto te pagan en este lugar? “Dos pesos por ristra. Esta es la cosecha de Rey, y él contrata personal para hacer el trabajo”, y en derredor veo a muchachos como ella, teje que teje, y escuchando música con sus celulares. Y resulta hasta curioso, porque han desarrollado una técnica de sujeción con el dedo pulgar del pie.

viernes, 3 de marzo de 2017

Fefa quiere salir a crear




Me la encontré en un evento de mujeres campesinas, toda engalanada y elegante, vaya, que nadie podía caer en cuenta que se trata de una guajira rellolla, a quien le gusta mucho su vida, esa que lleva allá en la finca La Margarita. Mabely Josefa Jassa Cabrera, a quien le acorté ese nombre tan largo y la bauticé como Fefa, resulta una mujer increíble, que pasa todo el santo día trabajando y parece no cansarse, si la quieren conocer vengan conmigo, los invito a leer.

“Yo siempre he vivido en y del campo, La Margarita es la finca familiar. Claro que estudié, yo soy veterinaria de profesión y amo los  animales, no sabes cuánto siento no poder montar a mi yegüita Muñeca por estos días, es que tengo una operación muy grande, de una hernia y debo cuidarme durante un tiempo, sin hacer esfuerzo físico, pero continúo haciendo una vida normal. Atiendo mi cría de carneros, las labores del campo, de la casa, y todo lo que hago habitualmente, porque me gusta estar activa”.

Sabe coser, tejer a crochet, con una sola aguja, y la enseñó su padre, un campesino que aprendió de su madre un oficio que es casi de patente femenina; hacer platos típicos de la cocina criolla, y todo ello aparejado a sus labores en el campo. Tiene tres hijos e igual número de nietos.