miércoles, 22 de abril de 2015

La cienfuegueridad, del arraigo al mito





Cada ciudad puede ser otra, cuando el amor la transfigura
cada ciudad puede ser tantas, como amorosos la recorren...
...y el amor viene y va y regresa
y la ciudad es testigo
de sus abrazos y crepúsculos
de sus bonanzas y aguaceros.
(Mario Benedetti)


Dicen que cada ciudad guarda su propia historia y que sus hombres la comparten hasta con los del más allá... si es que existen. "La cienfuegueridad entra por el olfato. Quien no sea capaz de olerla, se pierde su esencia. Es el olor de la ciudad, de sus calles, su bahía y también de la gente. Es una actitud que marca la diferencia con el resto de las poblaciones de la Isla: somos cubanos, somos cienfuegueros, somos iguales y diferentes; somos diferentes desde la misma arquitectura, desde el trazado urbanístico, caso atípico entre las urbes cubanas y eso ejerce su influencia sobre la gente, impone el sello distintivo. Los cienfuegueros se parecen a su ciudad. Ahí radica la cienfuegueridad; es la vinculación entre la ciudad y sus habitantes, una relación de amor mutuo, difícil de explicar", declara Emma Sofía Morales, una sureña rellolla.
Para los que habitamos en Cienfuegos, esta porción de tierra del centro sur de Cuba, el gentilicio lo asociamos a una urbe límpida y bella, de rectilíneas calles de trazado neoclásico y rodeada de un apacible mar azul. También viene a calificar a personas orgullosas de su lugar de origen.