martes, 19 de febrero de 2013

Reguetón en casa de rockeros

Tengo una familia diversa, musicalmente hablando. Mi hija Amanda, 17 años, es rockera como lo fuimos su padre y yo, formados a finales de los años 70 y por los 80. Y no sé por qué uso el pasado si todavía lo somos. Recuerdo eran años duros para ese tipo de música. Desde el cliché de que escuchar la escala de FM era un problema ideológico, hasta si la música en inglés también (parece que debíamos degustar solamente rock en español). At the end, perdón, al final, logramos vencer todos los obstáculos y salir ilesos: patriotas rockeros bilingües.
  Bueno, pues le hemos dejado una muy buena herencia musical a mi primogénita. Pero con Julio César, mi hijo varón de 16 años, el asunto no ha resultado fácil, o podríamos decir que ha sido demasiado fácil: es reguetonero. Y como el nene está en plena y efervescente adolescencia, el asunto se torna álgido.
  De nada ha valido ostentar mis viejos long playing, traídos desde la antigua URSS en mi época de estudiante, cuando los canjeaba por libros y toda suerte de objetos deficitarios entonces. Así, me hice de álbumes de Queen, Led zeppeling, Def Leppard, Guns N’ Roses, U2, Kiss, Pink Floyd… que para mi son un trofeo de guerra y para él, solo “cosas viejas”.
  Se sabe todas las canciones de “moda”: “atrévete, salte del closet…”, “Descará, está en celo, desquicia”,  “Dale chupi-chupi”, hasta las que se promocionan en vídeos clandestinos, subterráneos o piratas, como los llaman en la jerga. A veces hasta responde a mi llamado en ese idioma, totalmente incomprensible para los “puros”.
  Pero yo sigo ahí, haciendo mi tarea de cambiarle el gusto por el reguetón. Esta semana lo llevé a ver un concierto de Descemer Bueno, por vez primera en Cienfuegos, diría que hasta lo disfrutó, pero en uno de los momentos de la noche, el intérprete se hizo acompañar de Baby Lores y ahí mismo llegó la euforia de mi Peke. Al final, cuando inquirí si había disfrutado la presentación me dijo: “mami, lo mejor de la noche fue Baby Lores, no lo vayas a negar”, y aunque no tengo nada en contra de su música y hasta considero tiene muy buena voz, me sentí decepcionada. ¡Qué manera de prenderse el reguetón!


lunes, 11 de febrero de 2013

Guille


  Ufff, es jueves, cierre de la edición del periódico semanal donde trabajo como editora de noticias y me acabo de enterar de que Guillermina es la correctora de guardia. Ya estoy pensando que esta será, sin dudas, una jornada larga. Porque ella es muy meticulosa en el trabajo, tanto, que agota a los editores.
  Y todo sucede jueves, los mismos sextos días en que mi hija viene de pase de su escuela y quiero estar temprano en casa para recibirla. La Guille viene hoy TERRIBLE, me cuentan al llegar a la Redacción. Que si el punto y coma está mal empleado, que ese nombre nunca lo ha visto con una zeta, el número del semanario está mal y ha salido dos veces de manera incorrecta, el apellido de ese científico está mal escrito, el hombre está en una zona de pesca a kilómetros de profundidad y ella empeñada en localizarlo y contactarlo a toda costa. A este paso no terminamos.
  La lenta, así la hemos bautizado, porque no hay cierre de edición que ella no atrase, seguro que no. Algo encuentra, ya veremos. Tiene un arte para chocar con las erratas, palabras mal divididas que terminan en ano o culo, nombres mal escritos, términos que no se emplean correctamente, errores de contenido, en fin, la Lenta se las trae, a no dudar.
  Ya son casi las 10:00 de la mañana y Guillermina no llega, ufff, Usted verá que hoy me complico. Pero ahora recuerdo que ella tenía una cita con el médico, que no se ha sentido bien, tose mucho, no tiene apetito… Ya comienzo a preocuparme. Al mediodía la noticia nos consterna, está ingresada y no vendrá en toda la semana.
  Se suceden los días, empeora… Coño, pero qué manera de extrañarla, no puede ser, ella no puede estar así de enferma, no ella… Guille no merece ese destino, la quiero aquí, no importa que se atrase la edición, vaya, estoy dispuesta hasta terminar en la noche, pero que nos acompañe con sus “podridas”, con sus arreglos de última hora…
  Pero la Guille no estará más, porque una enfermedad mala, de las peores, la mantiene en casa, pálida, sin cabellos y hoy, hoy me ha recibido con lágrimas. Coño Guille, no me hagas eso, no me llores en el hombro, si tu eres la más fuerte. ¿Cómo voy a terminar cada edición sin estar? Me desmorono, no sabía que era tan importante para mi. Y me duele, me duele profundamente verla a ella, una señora de estirpe, derramando lágrimas en mi hombro y yo tambaleándome con un kake que le llevo por su cumpleaños, porque aunque no esté, SIEMPRE la voy a extrañar.

martes, 5 de febrero de 2013

"A los 80 pienso descansar"


  Para contar la historia de La Sierrita, un asentamiento poblacional ubicado en las estribaciones del Macizo de Guamuhaya, en el Centro-sur de Cuba, hay que hablar, sin dudas, de Francisco Mejías Mora. Un mulato fornido, de facciones indiadas y de sonrisa permanente. Siempre lo he visto cojear de una de sus piernas, pero a pesar de ello no para de andar de aquí para allá. Tengo el privilegio de conocerlo desde niña y sentir admiración por él.