viernes, 28 de octubre de 2011

Patriotas y patrioteros

  Patria, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es: Tierra natal o adoptiva, ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. Podríamos agregarle a esta escueta definición: trozo de tierra amada, a la cual nos unen afectos, costumbres, idioma, clima, familia...
  Cuando estamos lejos resulta más valorada. José María Heredia, escritor cubano del siglo XIX, obligado a vivir en el exilio por querer la independencia de la suya, echó de menos las palmas reales en el paisaje de las Cataratas del Niágara y así lo plasma en las estrofas de los versos homónimos.
  Ni hablar de la comida, preferimos la criolla, la nuestra. Por muy aburridos que estemos del consabido plato de arroz con frijoles, resultaría difícil prescindir de este menú y trocarlo en brócoli, caviar negro o rojo, suchi, ravioles, a pesar de constituir manjares. El concepto de Patria es mucho más amplio y abarcador. Engloba todo en derredor y es común a un grupo humano, delimitadas sus fronteras geográficas.
  En el plano institucional, cada país cuenta con sus atributos: himno, escudo, bandera, ave, árbol y flor nacional, símbolos de identificación, merecedores de respeto y solemnidad entre quienes habitan cada nación. En el caso particular de los cubanos, los dueños de la Timba, no se le ocurriría a músico alguno, armar un estribillo de conga con la letra del Himno de Bayamo. Sin embargo, a la hora de interpretarlo no lo hacemos con la entonación y musicalidad lógica de un canto de guerra, invitación a defender la libertad, convocatoria a la acción.
  Sobre la cuerda se mueven los patrioteros, como quienes nombraron a una emisora de Miami encargada de denigrar a los hombres y mujeres de la Isla: Radio Martí, quizá desconociendo a uno de los más grandes patriotas de América, hombre que probó con su vida el amor a la tierra, alertando, incluso, de los delirios de expansión de EE.UU. en temprana fecha.
  Pero el amor a la Patria es como una semilla: se planta y riega. Y a veces descuidamos la labor y el árbol no crece sano. Para ilustrar basta mencionar el precio de una bandera cubana: 8.00 CUC; un pulóver con la imagen del Che: 12.00 y para tener cualquier objeto con imágenes o la firma del héroe, por sólo mencionar, deberá exprimir sus bolsillos.
  Quisiera inculcar a mis hijos el amor a la Patria, cambiar un afiche de Daddy Yankee por uno de Ernesto Guevara. Colgar en sus cuartos una bandera cubana, que el calendario usado para el horario de la escuela tenga motivos cubanos, pero resulta inaccesible concretar la idea, porque los objetos que rezuman cubanía sólo son vendidos en divisa y no en pesos, como debería ser.
  Por tales motivos, debemos detenernos a pensar, por qué otras naciones tienen los más inimaginables objetos estampados con su bandera, escudo, el nombre de sus países o los colores de su enseña en pulóveres, gorras, toallas, llaveros, mochilas… ¿Presumen de patriotas? ¿El amor que profesan a sus terruños nos supera? Pienso, el problema es sólo de perspectiva. Los colores rojo, blanco y azul, que tanta significación tiene para los cubanos, deberíamos usarlos hasta el cansancio, porque ellos nos definen como patriotas, amantes de esta Isla rodeada de mar y colmada de mil historias humanas para contar, compartir y mostrar.
  El Che, ese héroe querido y venerado por montones de hombres justos de todo el planeta, puede ser la imagen exhibida a los cuatro vientos en camisetas, pañuelos y viseras por jóvenes de aquí, quienes estudian, trabajan y aman, mientras construyen una sociedad distinta.
  A los patrioteros, esos seres que denigran la tierra donde nacieron y venden su alma al diablo, todo afán por parecer patriotas les queda mal; a los verdaderos, en cambio, debe proporcionárseles el modo de ufanarse de los valores identitarios, porque así se riega y cuida la semilla que mañana se trocará en árbol fuerte y sano.
   

miércoles, 26 de octubre de 2011

Nené, la muerte y el olor de la vida

Un motivo triste, quizá demasiado, reunió hace muy poco a casi toda mi familia materna. Sólo faltaron algunos primos, de un árbol genealógico que tiene entre sus ramas a siete tíos. El funeral de uno de ellos, de Nené, quién había padecido en cama los últimos días de una enfermedad terminal, nos convocó.
  Y es que Eulogio no era un tío común, sino uno distinto de esos que siembra cariño como una semilla que germina, lo regaba y cuidada como una rara planta y velaba porque creciera saludable. Recuerdo que me regaló mi primera esfera, hecha de papier maché y que luego pasé a mis hijos; después me obsequió una lupa, la misma que tengo sobre el buró y que es mi objeto preferido.
  Y aquel funeral se tornó el encuentro de tantos y tanto, que a pesar de la tristeza, me hizo recordar muchos momentos buenos. El cordel de la vecina, lleno de sábanas blancas, los pequeños corriendo por el patio, mi primer amor confundido entre los muchos que vinieron, la comida, el café… Todas las tonalidades y olores de un velorio.
  Pero también vino mi tío abuelo, Servando, que no hace honor a su nombre porque es dulce como la miel, con 97 años y que me recordaba de niña. Y hasta la tumba de Nené nos fuimos todos, como esa familia cohesionada que somos y convertimos el olor de la muerte en uno dulce, el de la unión.

lunes, 24 de octubre de 2011

Absurda manía

Cuba sabe de memoria, porque lo conoce bien, qué es un bloqueo económico, político y financiero. Porque para esta Isla navegar por aguas tranquilas, ha debido atravesar mares y océanos turbulentos. Octubre, precisamente, nos recuerda muchos de los sucesos relacionados con esta especie de virus que nos impide crecer, en lo económico y social. El décimo mes del año duele de muchas maneras a este pueblo.
  Para algunos, la palabra bloqueo les suena a justificación y hasta arguyen que tenemos uno, sí, pero a lo interno. Sin embargo, apartados del cliché, existe, lo palpamos y coarta muchos de los proyectos que en bien del desarrollo emprendemos.
  Todo comenzó un mes después del triunfo de la Revolución, cuando resultara denegado un pequeño crédito que solicitaba el Banco cubano. Los “barbudos” habían bajado recién de la Sierra y corrían peligro las compañías norteamericanas radicadas en la isla, síntomas prematuros de que no seguiríamos siendo el traspatio del Norte y resultaba prioridad la defensa de los intereses populares.
  Después, la historia es larga, de más de medio siglo.
  Los habitantes de esta Isla saben que EE.UU. ha tenido entre sus propósitos mandar y disponer en Cuba, ansias que incluso les hizo pensar anexarla al territorio norteamericano, y ese es el verdadero intríngulis del asunto. Lo que cavilaron y resultó una política de fruta madura, se tornó verde y eso contradijo a los dueños del mundo, acostumbrados a salirse, siempre o casi siempre, con la suya.
  Hoy, después de tantos años, cuando ya hemos aprendido a sortear las dificultades y a gastar el doble para obtener un medicamento, por solo mencionar una de las aristas, el bloqueo resulta condenado, una vez más ante la Organización de las Naciones Unidas.
 Y mientras, cuando dirigimos una mirada escrutadora a lo interno y tratamos de resolver nuestros asuntos a nuestra manera y con nuestras propias fuerzas, continúa pendiendo sobre Cuba, como una espada de Damócles, el maldito bloqueo.
  Por ello y por muchas razones, que tienen que ver con la esencia misma del proceso social, no aceptaremos reticencias ni malas interpretaciones a lo planteado por Raúl Castro durante el Congreso del Partido, cuando expresó: “Estamos convencidos de que el principal enemigo que enfrentamos y enfrentaremos serán nuestras propias deficiencias y que por tanto, una tarea de tamaña dimensión para el futuro de la nación, no podrá admitir improvisaciones ni apresuramientos”, refiriéndose a la aplicación del modelo económico, descrito en los Lineamientos de la política económica y social.
  De modo que no podemos permitir un bloqueo interno, eso sería cejar en los propósitos de aquella Revolución nueva de 1959, que intranquilizó a Estados Unidos, al mandarles de vuelta a la Unit Fruit Company, a la ESSON y a muchas de sus “fincas” asentadas en nuestros predios y que en su absurda manía de gobernar el mundo, no nos perdonan el estar aquí, anclados, sorteando mares turbulentos.

jueves, 20 de octubre de 2011

Réquiem por una amiga

La muerte absurda de una amiga ha convocado a mis musas. El concilio no es de fiesta, es, en cambio, de dolor. Es ese sentimiento el que hace a mis dedos entonar un réquiem sobre el teclado. Lo que parecía ser un vigoroso corazón se partió en dos una noche reciente para que Ana abandonara la vida.   Pero no son mis lágrimas ni las de mi madre el homenaje que quiero para Ana, esa mujer que luchó con uñas y dientes por su existencia. Un día feliz fue el preludio del triste acontecimiento.
  Hasta un pueblo pequeño, ese trozo de tierra donde nació y donde viven los suyos, fuimos para compartir con su hija, nietos y esposo ese instante último e íntimo que es un velorio. La casa más antigua de Ciego Montero, testigo del nacimiento y la muerte de quien sabe cuántas generaciones, acogía el luctuoso acto. No quedó nadie en aquellos predios que no expresara de alguna manera respeto a mi amiga.
  Entonces comprendí su idea, fija en los últimos tiempos, de abandonar la ciudad e irse a vivir allá donde los grillos hacen de la noche un melódico concierto. Porque en su Ciego Montero la gente es diferente y hasta el aire que se respira tiene más oxígeno. No pudo Ana lograr en vida su sueño postergado, concretado sólo en la muerte.
 

La cultura cubana, fiesta eterna en verde y azul

Ahora mismo estoy pensando en Don Fernando Ortíz, el ajiaco cubano y su Contrapunteo, en Lezama y Paradiso con capítulo 8, en Fina y Cintio, en Rodríguez Feo, el Padre Gaztelu y Orígenes, también tengo presente a Gastón Baquero y su ciudad que dejó lejos... Por supuesto que está Perucho Figueredo sobre su caballo y escucho Al combate corred bayameses... es día de cubanía y fiesta, gozo de identidad para esta isla, mi isla en verde y azul.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Mi abuelo

El 17 de mayo mi abuelo cumpliría 92 años si su gastado corazón lo hubiese permitido, pero tuvimos la tristeza de verlo morir a los 75, fuerte y con la mente clara. No puedo recordar un día peor que aquel en el que lo tuve en brazos, inerte, sin color, en el descanso de unas escaleras que no pudo subir.
Pero no voy a recordar un día triste, quiero, en cambio, recurrir a aquel tiempo en el que íbamos de vacaciones a su finca y nos reuníamos todos los primos. Era un paraíso natural, caballos, ríos, montañas, suculentas comidas, vacas para ordeñar, dulce de borugas de leche, café en el pilón… Y la casa de tabaco, ese era el lugar preferido para jugar a los escondidos, todavía cierro los ojos y puedo sentir el olor.

El amor no es utopía

Cuando en pleno siglo XXI el mundo entero se debate entre guerras de conquista y desigualdades, cuando las catástrofes naturales borran a comunidades enteras de la faz de la tierra, cuando unos tienen demasiado y a otros apenas les alcanza para subsistir, resulta casi una provocación hablar de amor. Quién de nosotros, humanos al fin, no ha experimentado esta sublime experiencia. El amor no tiene límites, sexo o edad; es espiritual, pero tangible… y puede invocar, al mismo tiempo, a la razón y a la locura.
No puede ser asumido como una pose ni tergiversado; para serle fiel al amor deberá ser espontáneo y natural.

Por qué Verdeazulados


Porque de esos colores veo la vida y resultan las tonalidades de esta hermosa isla que es mi Cuba, en forma de caimán verde y rodeada de mar. Verdeazulada es la mirada escurridiza que recorre cada rincón de mi país, y hasta azules pueden resultar los hombres que pasan a nuestro lado.
Así, sin más, en verde y en azul, los invito desde este instante a compartir mi bitácora, anclada en Cienfuegos, una ciudad que se proyecta en verde y azul.