Cucarachita
Martina se nos antoja proletaria. Tiene varias necesidades y una sola moneda.
En caso de que el personaje perteneciera a la clase emergente, el autor jugó
una mala pasada, pues su casita carece de rejas, es de un cuarto y sin internet.
Tampoco quiere —o puede— comprarse un carro.
“Estoy peor que Martina, el personaje de la
literatura infantil. Cumplí misiones en tres países de tres continentes
diferentes y mi finalidad era comprarme un auto. Ya no aguanto la bicicleta.
Pero ahora debo replantearme tras su liberación de venta este 3 de enero de
2014, los precios son astronómicos… ¿Qué me compraré?”, afirma un cirujano cienfueguero,
quien poseía la carta de autorización emitida por el Ministerio de Transporte,
la cual daba el derecho de acceder a “los de segunda mano” por un monto en moneda
convertible, razonable, un mínimo de 5 mil CUC.
Estas
reporteras, solo en el papel de clientas, porque para la prensa la información
está vedada, llegaron hasta el CTT y pueden dar fe de que allí no están creadas
las condiciones para comercializar vehículos automotores. Un lugar de difícil
acceso, muy cercano al mar, con todo el daño que implica para las carrocerías
el salitre... Inquirimos por un Hynday Sonata y nos mostraron uno ponchado,
sucio y con ausencia de algunos accesorios externos. Entonces, dudamos de la
voluntad de recaudar fondos para reparar viales, si la Comercializadora
no es la apropiada y hasta de la seriedad del asunto.
“Según datos aportados por el Registro
Nacional de Vehículos, alrededor del 30 por ciento de los expendios realizados
en el año 2012, a
través de las comercializadoras, cambió de propietario poco tiempo después de
haberse inscrito el auto en dicho Registro, ello indica que ese procedimiento
administrativo motivó que algunas personas se sirvieran de él para obtener
ingresos adicionales. Se ha podido comprobar, además, que a través de Internet
se realizaban ventas de las referidas cartas, incluso, antes de comprar el
vehículo.