viernes, 21 de abril de 2017

Amado, el hacedor del fuego


Amado Moreira Urra se autocalifica hijo del fango y los mosquitos, del mundo del soplillo, los hornos y la ciénaga. /Foto: Ismael Francisco


Llegar hasta la Piojota, capital del carbón en la Ciénaga de Zapata, supone adentrarse por un camino seco y polvoriento. El terraplén nace en Pálpite y con sólo preguntar por los hornos, “ahí mismitico, el humo avisa”, se escucha por respuesta, porque este es un oficio bien reconocido en la zona.
Ahí está Amado Moreira Urra, parado en medio del descampado, justo se disponen a desarmar dos hornos holandeses, resultante de un novedoso proyecto implementado, más económico que el tradicional. “Son rápidos y fáciles de montar, pero ¡qué va!, la calidad no es la misma”, comenta este carbonero, hombre curtido por el sol y el salitre, quien le conoce mucho al arte de hacer carbón.
“Soy hijo del fango y los mosquitos”, dice tras una carcajada, ese mundo de soplillo, hornos y ciénaga, son el universo en el cual encuentra el modo de ser y existir.

domingo, 9 de abril de 2017

Santiaga, embajadora del tabaco cubano

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El ruido de las chavetas sobre las mesas de trabajo y el aroma inconfundible del tabaco nos anuncian que estamos en la sala de torcido, ese lugar casi mágico de donde salen los puros que identifican a Cuba, la tierra del mejor tabaco. Prevalecen las mujeres y de la raza negra, entre los obreros; es como si ellas le pusieran un toque especial al producto final. Pero entre todas encuentro a Merisis Santiaga González Armenteros, mi candidata a entrevistada, quien acumula una larga y rica experiencia en el oficio de tabaquera.

Hace poco, relativamente, regresó de Europa, donde participó en la promoción del producto cubano. “Sí, estuve en Bélgica durante unos 60 días, fue una experiencia inolvidable, y también en Holanda, porque como son países fronterizos se hacía fácil acceder. Resultó un público increíble, conocedor de la historia del tabaco y lo que significa para esta Isla, admiradores de Cuba. Trabajamos en las Casas de Habano, donde se hacen cataciones de ron y degustaciones, incluso del maní; y como parte de ese espectáculo, entraba yo a torcer a pedido los puros, resultaban jornadas increíbles, muy cubanas allá en la fría Europa”.