
Tiene 21 años, y quizá cambió el estudio por el trabajo de manera prematura, digo yo, porque se supo más útil entre los suyos allá en Balboa, la comunidad perteneciente al municipio de Lajas, en Cienfuegos, donde otrora el olor del mela’o de la caña y el pitazo de la fábrica de azúcar eran señal de vida. O vaya usted a saber qué pasó por la cabeza de Laura Limonte Suárez para no continuar en la escuela. Ella no responde cuando inquiero por una profesión, solo se encoge de hombros, y nada, tengo esa manía de pensar en la Universidad para todos, sin a veces caer en cuenta que la sociedad también necesita de otros oficios.
La muchacha teje una ristra de cebollas moradas, y cuando son cerca de las 10:00 a.m., ya tiene una buena cantidad. ¿Cuánto te pagan en este lugar? “Dos pesos por ristra. Esta es la cosecha de Rey, y él contrata personal para hacer el trabajo”, y en derredor veo a muchachos como ella, teje que teje, y escuchando música con sus celulares. Y resulta hasta curioso, porque han desarrollado una técnica de sujeción con el dedo pulgar del pie.