viernes, 29 de junio de 2012

De cómo Ángela volvió a caminar


A los 75 años Ángela había perdido la esperanza de volver a caminar. El sillón y la cama habían limitado su existencia cuando todavía tenía deseos, fuerza y capacidad para ser y sentirse útil. A un rincón de la casa fue a parar su máquina de coser. La Singer de tantos apuros estaba oxidada como su rodilla derecha, resultante de una artritis. Ya antes, una caída le provocó una fractura y de ese lance hoy la pierna izquierda esta fija por artrodesis.
  Pero Elita, como le conocen sus íntimos, es una mujer de estirpe, de esas que no se dejan vencer por la adversidad, y hasta la capital fue a parar cuando supo que con una prótesis total de rodilla podría recuperar la movilidad. Este servicio era para entonces, exclusivo del Instituto de Ortopedia y Traumatología Frank País.
  Y como suele pasar a las personas persistentes, obtienen al final lo que auieren, Ángela González Suárez no tuvo que ir a La Habana a por su rodilla nueva. La política de acercar los servicios de esta especialidad benefició a Cienfuegos y érase que Elita se vio en el quirófano, rodeada de los cirujanos del “Frank País” y de los locales, para que ella pueda dar pasos, como hoy los da el área de Ortopedia y Traumatología del Hospital de Cienfuegos. 
  El Dr. Francisco Lam González, jefe de estos servicios en el Hospital Universitario Dr. Gustavo Aldereguía Lima (GAL), comenta sobre la Artroscopía. “Esta intervención quirúrgica es la apertura de una nueva época. El equipo de cirujanos está formado y las condiciones creadas para ampliar nuestro espectro, que está muy ligado a la calidad de vida de los pacientes. Esta es la prueba real de que estamos listos y cuando Ángela camine adelante, ahí estará el éxito de este team, que apuesta por la vida”.

LA HORA CERO

  El equipo de anestesiología se mueve alrededor del quirófano. Ángel Fernández (Angelito), jefe de estos servicios en el GAL; María Palacios, toda experiencia en estos trajines; y la novel Yoryana Cruces, residente de la especialidad. Con la colocación, a las 10:00 a.m., de anestesia regional espinal, conocida como raquídea, a la paciente, comienza la jornada, que viene a ser como trasponer el umbral de lo que será la otra existencia de Elita.
  Angelito y su gente están a partir de este momento atentos a los signos vitales y a todo aquello que pueda significar peligro para la vida de esta mujer, de avanzada edad además. La mantienen hidratada, con oxígeno, se mueven a su alrededor e incluso conversan con ella.
  Pasadas las 10:20 a.m. entran en acción los cirujanos. Por el Instituto, los especialistas Orlando De Cárdenas Centeno, subdirector docente de la institución; y Antuan Croas Fernández, miembro de su equipo. De los locales: Francisco Lam González, Amado Bermudez y Omar Granados, este último en las funciones de cirujano intrumentista. Con la destreza, que es su esencial característica, anda de un lado para otro dentro del salón, Miguel Liriano (Miguelito), licenciado en Enfermería y persona vital en lo profesional para el team.
  Comprobada la efectividad de la anestesia proceden a extraer las grapas que fijaban la rodilla de Ángela, en un intento quirúrgico anterior por aliviarla. Al decir de  Horacio Suárez Monzón, ortopédico, quien se ofrece a ser el guía de esta reportera en el viaje que daremos, junto a Ángela, de retorno al camino.
  A partir de entonces, el trabajo es intenso, todos se mueven alrededor de la mesa. Los anestesistas, pendientes del estado de Elita, calculan cuanta sangre ha perdido, como anda su frecuencia cardíaca, la presión arterial, le preguntan su estado constantemente, para escuchar de su propia voz cómo está, en fin.
  Los cirujanos no se detienen hasta dejar expuesta la rodilla. Cerrada la insición anterior, hacen una definitiva, donde colocarán la prótesis, exponen la rótula y se extrae toda la parte articular dañada, colocando en su lugar un aditamento plástico. Más adelante, después de múltiples pasos, se realizan las mediciones para determinar el número de prótesis a emplear.
  Son las 10:40 a.m. cuando Angelito solicita análisis de laboratorio para la paciente, a estas alturas determinan grupo sanguíneo para trasfundir. Los cirujanos no detienen su trabajo, el tiempo es oro y continúan adelante. Unos, demostrando sus habilidades, como en una clase práctica; y otros, los cienfuegueros, colaborando a la vez que toman experiencia en una operación que se realiza por vez primera en Cienfuegos.
  Con el Dr. Angel Fernández, jefe de los Servicios de Anestesiología del GAL hacemos un aparte para conocer detalles de esta vital especialidad. “No caben dudas que durante una intervención quirúrgica, incluso de las más simples, la vida de los pacientes está en manos de los anestesistas, porque somos nosotros quienes controlamos y estamos atentos a los signos vitales, calculamos la sangre que se pierde, en fin, todo lo que significa peligro. Es una gran responsabilidad, pero contamos con un personal preparado, consciente de sus funciones”.

A MITAD DEL CAMINO

  Son las 11:40 a.m., ha trascurrido una hora de tiempo quirúrgico, Elita está estable, y proceden a colocar la meseta tibial. Miguelito es todo ritmo, prepara instrumental, ayuda a los cirujanos, seca el sudor de las caras agotadas por el tiempo y el esfuerzo físico... El Dr. De Cárdenas advierte la necesidad de dejar constancia en la historia clínica de la paciente de las etiquetas de todo cuanto se le implante, “que este es un proceder según las normas internacionales -dice-, que deja constancia y facilita la solución de cualquier complicación posterior de rechazo de su organismo”.
  Luego de preparado el lecho proceden a la disposición de los tres componentes de la prótesis: rotuliano, femoral y tibia, elaborados de materiales especiales. Cuando todos los elementos son colocados, usando un cemento especial que contiene incluso gentamicina, los cirujanos proceden a la reducción o adaptación, y de inmediato comprueban la estabilidad y movilidad de la nueva rodilla de Ángela.
 Todo marcha bien, la oxidada “bisagra” se mueve y ya me imagino a Elita balanceando el pedal de su Singer.
  Comienza la sutura por planos (más de 60 puntos) y el drenaje, seguido le practican rayos X de control, y de pronto aquel salón que semejaba una colmena en plena producción, se ha quedado con los imprescindibles. María chequea a Ángela y establece una plática con la paciente, como si aquella le “pasara” una receta de cocina, de esos platos que sólo las abuelas hacen bien. Son las 12:40 del mediodía, el team está agotado pero satisfecho. Amancia, la empleada de servicios, ordena aquel maremagnun de gasas, instrumental, suturas...
  En el pasillo, chequeando los exámenes de rayos X, conversamos con el Dr. Orlando De Cárdenas Centeno, quien entre otras responsabilidades está a cargo del Programa Nacional de Atención a Rodilla. “Fíjate qué curioso, en este Hospital, recién estrenado entonces, cumplí mi servicio social y ahora, una vez más, regreso. Estoy complacido con el equipo de Ortopedia de acá, este que nos acaba de acompañar en la intervención, estoy seguro que seguirán adelante con éxito.
  “Todo quedó perfecto”, dice comparando las placas recién hechas con las anteriores, indica los cambios y sonríe satisfecho. A su lado el joven Antuan Croas, de quien dice es su colaborador más cercano, y eso lo pudimos apreciar en el quirófano, corrobora el diagnóstico.
  Ángela, tras su recuperación, será ingresada por 24 horas en Terapia Intensiva, hasta tanto su organismo responda de forma positiva ante los cuerpos extraños colocados en su rodilla. A la 1:00 p.m., dejamos atrás el quirófano y a todo aquel equipo, enfundados en sus trajes verdes, con la cotidianidad sobre los hombros, devolviendo la esperanza a sus semejantes. Es curioso, pero a estas personas sólo se le ven los ojos, porque gorros y nasobucos les cubren el rostro. Allí, junto a Ángela, los había de todos colores, incluso rasgados, pero el brillo los delataba como hombres entregados a una profesión distinta, la más humana de todas.

FINAL FELIZ

  Transcurridos siete días de la operación visitamos a Ángela González Suárez en su domicilio de la calle 44 en Cienfuegos. Ella está feliz, habla por teléfono con su familia, sonríe, y cuenta sobre los planes que tiene, a la vez que muestra un montón de costuras que tiene por hacer.
  “Yo soy nacida y criada en el campo, de Ojo de Agua, en Cumanayagua, tengo cuatro hijos, tres hembras y un varón. Los guajiros somos gente curtida, que no tenemos miedo a nada”, dice cuando le comento lo bien que se comportó en su larga y dura intervención quirúrgica.
  “Yo se lo digo a mis hijas, que escuchaba los martillazos, ellas no me lo creen, claro, no me dolía. Yo sólo pensaba en que al final de aquel largo trillo volvería a caminar”.

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