Dos nacimientos
en idéntico día, 14 de junio. Período caluroso y de lluvias, vio nacer, en
cunas diferentes, a dos grandes hombres de pensamiento y acción. Uno musculoso
y erguido, titán, fuerte y duro, patriota. ¿El otro? De respiración
entrecortada por el asma, pero igual de fuerte, hermético, valiente, patriota...
Y ese es el denominador común entre Antonio Maceo y Grajales y Ernesto Guevara
de la Serna, el
Che: la Patria.
Pareciere que era Maceo inmortal y las balas
no hacer mella en su piel dura y dorada, de mulato cubanísimo, pero una,
aquella, española, terminó sus días de guerrero, y fue en combate, al lado de
los suyos y con su Panchito Gómez Toro, que abandonara la lucha solo después de
la muerte, para quedar tendido al pie de su caballo.
En cambio Che, tras recorrer bosques, páramos
y montañas; con frío, hambre y un par de zapatillas de trapo por zapatos, con
los pies helados y heridos por las espinas, traicionado y olvidado por gente secularmente
fiel a sus explotadores, abandonó la vida tras unos disparos cobardes.
La humanidad toda se hincó de rodillas en
señal de respeto, aun cuando casi un siglo separaba las fechas y las ponía en
entornos diferentes, pero iguales contextos. Y aunque habían venido en el sexto
mes a la vida, y no alcanzaron a compartir el caballo o la trinchera, fueron
hermanos de causa y camino, sin temor al enemigo para edificar el mañana, que
llegaba tras sus muertes, con la estela gloriosa de dos grandes, héroes,
hombres bravos de Patria gemela.
VIAJAR HASTA LA ESENCIA DE UNOS ZAPATOS
Hace unos años descubrí en el ciberespacio
este par de zapatos singulares. Una suerte de zapatillas usadas por los
bolivianos pobres de un área rural de ese país, llenó mis ojos de asombro y me
colmó de dolor. Eran los zapatos que llevaba Ernesto Guevara de la Serna, mi Che, el de muchos,
al momento de ser asesinado. Incluso la foto que recorre algunos sitios
digitales, precisan las fuentes, fue tomada cuando ya su cuerpo estaba inerte.
Y es que la campaña de
descrédito tejida hoy en el mundo en torno a la figura del hombre símbolo,
queda sin argumentos ante una imagen tan desgarradora como esta. ¿Cómo pudo
andar en terreno inhóspito e irregular con semejantes zapatillas, expuesto al
frío, al agua…? Y así sucedió, sin quejas, sin lamentos, con los pies deshechos
fue asesinado. Siento una vergüenza enorme de mirar la larga fila de zapatos en
mi closet, algunos tan exclusivos y particulares que no usaré, por el Che o
para quemar mis vergüenzas. ¿Nadie por aquellos lares pudo regalar unas botas a
este hombre legendario? Duele, lastima y avergüenza. Como te mataron vivo Che,
como no te querían. Después de esos zapatos, de retratarlos y pensarlos, nunca
volví a ser la misma y me alegra, me alegra saber que puedo sentir y llorar por
el Che, porque también es mi brújula para no trocar el camino.
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