martes, 13 de junio de 2017

Operación Barbarroja en Cuba



    “Si una aguja cae en el Escambray, una aguja encontramos”.


    Fidel Castro Ruz. 8 de septiembre de 1960







La primera captura de un “alzado” en el Escambray, tuvo lugar en La Sierrita, poblado en las estribaciones de las montañas cienfuegueras, durante una operación dirigida por el propio Fidel Castro Ruz en septiembre de 1960


 
Francisco Mejías Mora, integrante del Ejército Rebelde, tiene muy frescos en la memoria los detalles de aquella jornada en que bajo la dirección de Fidel Castro se produjo en la loma de La Bartola la primera captura de un “alzado” durante la Limpia del Escambray.




Se agota casi la jornada del 7 de septiembre de 1960 en La Sierrita, poblado de la premontaña del municipio cienfueguero de Cumanayagua, para entonces perteneciente al Regional Escambray, en la antigua provincia de Las Villas. Son casi las 11 de la noche y a esa hora ya la mayoría duerme, como suele ser hábito entre los campesinos. Sólo permanecen despiertos aquellos que, de manera voluntaria o en ejercicio de su afiliación al Ejército Rebelde, tienen el encargo supremo de custodiar los sitios de interés económico y velar la tranquilidad del sueño de la gente.

El hombre destacado en la gasolinera siente el paso apresurado de alguien que se acerca y extrema la alerta. Da el alto a un individuo que, salido de la oscuridad, viene con un fusil M-1 y jadeante, como quien ha cubierto un buen trecho a paso rápido. El recién llegado le dice ser portador de información valiosa relacionada con desafectos a la Revolución.

Sin dejar de encañonarlo ni un momento lo traslada hasta puesto de mando militar que ocupa el recinto del antiguo Cuartel. En el puesto hay diez soldados al mando del teniente Orlando Socarrás y el sargento Orestes Lemes. Allí presenta al detenido ante Inocencio Rodríguez y Rafael Figueredo, de guardia esa noche.

“Soy del G2 (Seguridad del Estado) y quiero hacer una denuncia”, alega de primeras el montuno. Le escuchan recelosos, mas cuando el hombre dice estar infiltrado en la banda de Alberto Walsh Ríos, un desertor del Ejército Rebelde cuyo hermano se había convertido ya, para entonces, en connotado bandolero con crímenes en su haber.

La atención crece cuando conocen que el grupito contrarrevolucionario tenía en planes atacar los objetivos económicos de La Sierrita: a saber la ya citada gasolinera, un banco de transformadores eléctricos y la carpintería; así como tirotear el asentamiento para que cundieran el pánico y la confusión entre los pobladores. El agente identifica a los colaboradores de la zona, en cuya detención se procede de inmediato para cortar un eventual apoyo y dejar a los bandidos aislados en la Loma de La Bartola, sitio donde acampan en casa de unos campesinos, a escasos kilómetros del pueblo…



GÉNESIS



Para los geógrafos, macizo de Guamuhaya; para la gente que vive en esas lomas, sencillamente Escambray. Y todo porque tras la epopeya de la “limpia”, estas lomas adoptaron por generalización la toponimia que corresponde a las alturas de la parte sur del macizo bajo jurisdicción de la actual provincia de Villa Clara. Tema polémico, sin dudas, pero es que en medio de la gesta humana se perdieron los lindes que marca y define la orografía. Y eso, por una cuestión de orden histórico, debiere respetarse.

La lucha contra las bandas contrarrevolucionarias constituyó una de las etapas más importantes de la joven Revolución, desarrollada con mayor fuerza en esta zona montañosa central del país, tal vez por resultar la de más escabroso relieve después de la Sierra Maestra, donde más vigor cobró el auge de las de las bandas armadas por los Estados Unidos apenas establecido el gobierno revolucionario.

Se dividió en dos etapas, la primera, denominada Operación Jaula, iniciada desde el propio año del triunfo, 1959; y la segunda, a partir de 1962, tras la fundación de la Sección de Lucha Contra Bandidos (LCB) fundada por el entonces jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Comandante Juan Almeida Bosque, que llegara a agrupar en su tiempo a fuerzas regulares y unos 70 mil milicianos de todo el país.

Hombres de aquellas lomas, antiguos lacayos y serviles a los dueños opuestos a la aplicación de la Ley de Reforma Agraria, que implicaba la partición de sus “feudos”, tomaron las armas contra la Revolución y contra su propia gente, negándose a los cambios sociales que ocurrían en la zona, obnubilados con promesas de vida fácil, dinero y protagonismo. Financiados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), alentados y dirigidos por organizaciones contrarrevolucionarias y terroristas dentro y fuera de Cuba, pretendieron establecer base de operaciones en una zona abrupta y tradicionalmente olvidada, que devino baluarte de transformaciones para bien.

Los enemigos de estos bandidos ‒como se les denominó en peyorativo porque una bien ganada fama de malvados les precedía‒, resultaban los alfabetizadores, maestros muchos de ellos casi niños; los campesinos acogidos a nuevas formas productivas, que recibían tierras y permitían a sus hijas marchar a la capital a aprender un oficio en las brigadas Ana Betancourt, que albergaban a los docentes en sus humildes moradas, cedían espacios en sus tierras y construían escuelas… Y al conjuro de la “amenaza comunista” arremetieron contra ellos con furia, asesinando, vejando, violando a sus mujeres, ahorcando maestros… sembrando el terror. Las familias estaban divididas, enfrentadas…Pero no lograron que el miedo cundiera, y chocaron con una enorme fuerza, incluso, entre los campesinos que nunca habían tenido un arma en sus manos salvo que no fuera para la caza. Resulta curioso que las bandas de alzados nunca asaltaron un puesto militar, sus objetivos eran las casas de los campesinos que estaban a favor de la Revolución y los nuevos tiempos, los maestros y alfabetizadores, las escuelas rurales, tiendas del pueblo, granjas agrícolas, todos civiles; muchas veces se enfrentaban y asesinaban a miembros de sus propias familias por profesar ideologías diferentes.



LOS HECHOS

Acompañado de cuatro o cinco compañeros Fidel llegó a La Sierrita como a las cuatro de la mañana de aquel 8 de septiembre, recuerda Mejías. 






Tras el interrogatorio al detenido aquella noche del 7 de septiembre de 1960, el teniente Socarrás, acompañado del soldado Figueredo, parte para Cienfuegos, donde radicaba la Capitanía. No había para entonces ningún medio de comunicación y se trataba de la posibilidad de capturar a los bandidos. Al llegar, no encuentran a José Antonio Borot, el oficial de enlace que atendía las actividades militares relacionadas con la montaña. Les dicen que está en el Hotel Jagua, en reunión con una visita del Alto Mando. Siguen hasta el Hotel, y como es de suponer la guardia de Seguridad les cortan el paso. Allí está hospedado Fidel Castro, quien llegó en la tarde procedente de Santa Clara y en apretada agenda había desarrollado un plan de visitas por la ciudad: barrio La Gloria, el Distrito Oeste de Obras Públicas (hoy la Terminal de Ómnibus), las obras de construcción de la Doble Vía, el Hospital General, entre otros.

Pero cuando le dicen a Borot que lo procuran y se trata de un asunto de “alzados”, el propio Fidel interrumpe la reunión y pide que los hagan pasar. Le narran al Comandante los hechos, pormenorizadamente, y tras responder todas las preguntas, este les dice: “Vayan para La Sierrita, si entran ‒refiriéndose a la pequeña banda de tres integrantes, porque el cuarto resultó ser el infiltrado‒, no los dejen salir del pueblo, que nosotros vamos para allá”.

“A eso de las 2:00 a.m.regresaron Socarrás y Figueredo al pueblo con la noticia de que Fidel en persona venía a dirigir la operación. Desde que se supo de la intenciones de asaltar el poblado, estuvimos con los ojos bien abiertos y desplegados por todas las entradas al asentamiento, ni los cocuyos volaban allí”, cuenta Francisco Mejías Mora, participante directo en la acción, quien tiene muy frescos en la memoria los detalles de esa jornada, en la que el Comandante se les apareció en medio de la madrugada para encabezar la Operación Barbarroja, como fue nombrado el operativo de captura.

“Llegó como a las 4:00 de la mañana, venía acompañado de cuatro o cinco hombres, y desde el estribo del jeep preguntó cuál era la situación. Allí mismo estableció un diálogo con el cabo Ramón Hernández Placencia, a quien apodábamos ‘El Abuelo’ por ser el más experimentado del grupo”.



Fidel: “¿Dónde están? ¿Cómo es el lugar? ¿Quién es el que mejor conoce la zona?”.



Abuelo: “Inocencio es quien mejor conoce la zona, Comandante”.



Inocencio: “Comandante, a esta hora ya esa gente ‘voló’”.



Fidel: “No, esa gente está ahí, y van a esperar a que amanezca para salir, hay que cortarles la retirada por la retaguardia”.



“Arrancamos por el camino indicado por Fidel, que era el más largo, siete u ocho kilómetros, aproximadamente. Íbamos Humberto Valladares, Benito López Tornés, Inocencio Rodríguez y Ángel Díaz, conocido por ‘La Vieja’, todos armados con fusiles Garand, acota Mejías Mora. Fuimos en jeep hasta Monforte, que queda a una distancia aproximada de dos kilómetros desde La Sierrita; el resto del camino lo recorrimos a pie. Con el cabo Abuelo de guía, Fidel y el resto de la pequeña tropa se acercaron por el frente de la loma donde estaba la casa. Los dos grupos llegamos al mismo tiempo, los sorprendimos, y todo ocurrió muy rápido, se rindieron tras un intenso intercambio de disparos.

“Como había informado el agente, se trataba de Leandro Alberto Walsh Ríos, alias Barbarroja, desertor del Ejército Rebelde, y dos más*. Insistía que él solo trataba de rescatar a su hermano Sinesio, connotado asesino, ‘que no eran alzados, qué va’. Entonces Fidel se le encara y le pregunta: ‘¿Y tus acompañantes?’. Ahí mismo se derrumbó. Eran dos ex casquitos del ejército de Batista, Oscar Pérez Martínez y Jesús Azpirú López. Recuerdo que una de las pistolas que portaban se la regaló el Comandante al cabo Abuelo”.

Recuerda Mejías que como “castigo”, los vecinos del lugar que dieron amparo a la banda debieron trasladar a los heridos en hamacas hasta donde llegaban los jeeps. “No se me olvidará nunca que la mayor preocupación de Fidel eran los niños. A la hora de la verdad se armó tremenda confusión, se escuchaban los gritos de la mujer de la casa, las ráfagas, y el llanto de los vejigos, pero quién más alto se escuchaba era él diciendo: ‘¡cuidado con los niños!, ¡cuidado con los niños!’ y lo repetía una y otra vez en una constante preocupación por la integridad física de los pequeños”.



EPÍLOGO DE UNA MADRUGADA



Tiempo después resultó capturado Sinesio Walsh Ríos, condenado a pena de muerte por los crímenes cometidos. A Barbarroja le aplicaron una sanción de 30 años, quien también tenía la agravante de ser un traidor y porque quizá su captura a tiempo no le permitió mostrarse como el bandido que “prometía”.

 
La prensa local de entonces recogió detalles de la captura de los bandidos.




Cuenta Mejías Mora que allí, conversando incluso con la familia que le brindó protección a Walsh y los participantes en la operación, Fidel pronunció la histórica frase de que: “Si una aguja cae en el Escambray, una aguja encontramos”, repetida la noche del propio 8 de septiembre de 1960, durante la clausura del Primer Congreso Extraordinario Revolucionario de la Industria del Calzado, Tenería y sus Anexos; al tiempo que trataba el tema de los “alzados del Escambray” en su discurso.

En coincidencia, se conoce en la historia como Operación Barbarroja, a la invasión nazi a la URSS, el 22 de junio de 1941, un dato que los serranos quizá ni conocían, cuando aquella madrugada, custodiaban en vilo su pueblo. Desde La Sierrita, asentamiento de la premontaña, ubicado en el municipio de Cumanayagua, provincia de Cienfuegos, se observa muy bien la cumbre donde hace casi 57 años se produjera la primera captura de un bandido en el Centro de la Isla, y en la que participara en persona el líder de la Revolución cubana, al centro del combate siempre que resultó necesario.

Los lugareños más viejos tejen anécdotas de aquella madrugada, la cuentan a sus hijos y estos a sus nietos; pero la de Francisco Mora Mejías, quien resultara protagonista de la captura de Barbarroja, es historia viva, contada con un brillo en los ojos. Más tarde, allá por el año 1975, este hombre volvió a compartir con sus compañeros de la “Limpia”, y hasta “el Caballo de Mayaguara”, el mítico personaje de la epopeya sesentina del pasado siglo, fue otra vez su camarada de trinchera, ahora en la selva angolana.

Y se tornó en realidad la profética frase de Fidel: ni una “aguja” quedó perdida en aquellas lomas, denominadas en lo adelante, y para siempre, Escambray, sin importar el grupo montañoso al que pertenecen. Los campesinos de la zona y sus hijos aprendieron a leer y escribir, las muchachas a coser y bordar y los guajiros nunca más entregaron sus cosechas al dueño, porque en lo adelante, la Tierra les perteneció.



Notas



El trabajo original fue publicado por la autora en el mensuario Montañés, en septiembre de 2000, al cumplirse los 40 años de los hechos. Esta vez le ofrecemos una versión de su propia autoría.



Agradecemos la valiosa colaboración del Museo Municipal de Cumanayagua; del Museo de la Lucha Contra Bandidos de Trinidad; la Biblioteca Provincial y de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) de la provincia de Cienfuegos.



*Algunas fuentes aseguran se trataba de un número mayor de “alzados”. http://www.granma.cu/cuba/2015-08-17/la-lucha-contra-bandidos-una-leccion-inolvidable

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