Han transcurrido 73 años de
aquel memorable 9 de mayo de 1945, que se inscribió para siempre en la historia
como el Día de la Victoria. En
esa fecha se firmaba el acta de capitulación incondicional de la Alemania nazi, suceso que
constituyó la terminación formal de la guerra en Europa.
El 22 de junio de 1941, la Alemania hitleriana violó
el pacto de No Agresión, y sin previa declaración de guerra atacó a la Unión Soviética por la frontera
desde el Mar Negro hasta el Báltico. Comenzaba así uno de los inolvidables
capítulos, tristemente célebres, de las memorias de la humanidad. Con
anterioridad, Hitler y sus fuerzas habían invadido otros países europeos,
iniciándose de esta forma la II Guerra
Mundial, trascendental acontecimiento de la Historia Contemporánea.
¡Cuánto sufrimiento trajeron al mundo los
seguidores de Hitler con sus campos de concentración, el exterminio de la
población judía, torturas, hambre, epidemias y la destrucción! ¡Cuánto odio por
la especie humana!
Cuentan que hace más de 70 años, en las
terribles noches de cacería judía, las masas enardecidas de millares de
alemanes, gritaban una consigna cuyo solo eco era capaz de hacerle parar los
pelos de punta a cualquiera: “Alemania despierta, judío revienta”. Muchos se
preguntan hoy, ¿Por qué gritaron aquello y no la advertencia de un buen dicho
que reza sabiamente: “No hagas a los demás, lo que no quieras que hagan
contigo”? Pero cabe preguntarse todavía más: ¿Olvidará acaso la humanidad los
horrores que vivió el planeta durante la II
Guerra Mundial? ¿No nos suenan cercanos aun nombres tan
terribles con Treblimka, Auschwitz, Birkenau, Dachau, Bushenwald? ¿Nos
perdonarán el olvido los huérfanos de Lidice y Gernika?
No fueron solo las difíciles condiciones
climáticas, con las grandes heladas, la falta de caminos, ni la inmensa
geografía de lo que entonces era la
URSS lo que decidió la victoria sobre el fascismo. Tampoco el
que Hitler aplicara una desacertada política de ocupación en Europa. Ni mucho
menos la tardía e innecesariamente aplazada participación de los aliados en la
contienda. La derrota del fascismo fue propiciada por la resistencia sin
límites y la valentía del pueblo ruso. Todo el país se alzó heroicamente como
un puño, en defensa de la Patria. De
modo que con el pueblo también hay que contar. En la guerra todo cuenta, porque
cuando una masa humana se ve invadida, violados sus derechos, pisoteadas sus
conquistas, masacrados los suyos, se convierte en una poderosa arma de defensa,
que no tiene parangón.
De modo que el 9 de mayo es un día que no
debemos olvidar por el horror que trajo para el mundo el fascismo: no podemos
solo hablar de paz, derechos humanos, solidaridad, respeto por el hombre, sino
que también tenemos que alzar las voces bien fuerte para que todo el planeta
nos escuche y decir: ¡No al fascismo!
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