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Amado Moreira
Urra se autocalifica hijo del fango y los mosquitos, del mundo del soplillo,
los hornos y la ciénaga. /Foto: Ismael Francisco
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Llegar hasta la Piojota, capital del carbón en la Ciénaga de Zapata,
supone adentrarse por un camino seco y polvoriento. El terraplén nace en
Pálpite y con sólo preguntar por los hornos, “ahí mismitico, el humo avisa”, se
escucha por respuesta, porque este es un oficio bien reconocido en la zona.
Ahí está Amado
Moreira Urra, parado en medio del descampado, justo se disponen a desarmar dos
hornos holandeses, resultante de un novedoso proyecto implementado, más
económico que el tradicional. “Son rápidos y fáciles de montar, pero ¡qué va!,
la calidad no es la misma”, comenta este carbonero, hombre curtido por el sol y
el salitre, quien le conoce mucho al arte de hacer carbón.
“Soy hijo del
fango y los mosquitos”, dice tras una carcajada, ese mundo de soplillo, hornos
y ciénaga, son el universo en el cual encuentra el modo de ser y existir.