María Elena Hernández Quintana es enfermera hace más de
45 años y reconoce sin remilgos que tiene 67 de edad, porque los ha vivido con
intensidad y se considera una mujer plena. Se graduó allá por el 1972, en
Trinidad, la entonces capital del Regional Escambray, provincia de Las Villas. Usa
el traje blanco del oficio y la cofia con lista azul, en señal de que es la
jefa de Enfermería del Policlínico de San Blas, en la serranía cienfueguera,
otrora hospital, rodeado de empinadas montañas y justo donde comienza la Loma
de la Ventana, peligrosa y empinada subida hasta el corazón mismo del macizo de
Guamuhaya.
“Siempre he trabajado en zonas rurales y montañosas. Recuerdo
que mi primer puesto de trabajo fue en Picos Blancos, Jibacoa, en Manicaragua,
allá estuve un año. En la posta médica estaba sola, allí no había médico.
Recuerdo cómo me enfrenté a un parto, sin ninguna experiencia, y fue un éxito.
Hoy día ese ‘niño’ es médico veterinario y nos reencontramos, gracias a la
magia de Radio Cumanayagua, se siente muy bien saber que supiste enfrentar
cualquier situación, por y para la vida”.
¿Al concluir en Jibacoa continuó su labor en la zona
rural?
“Sí, tras concluir el servicio social, me ubicaron en
Cumanayagua, donde fue jefa de enfermeras y atendí el Plan Turquino, pero ya te
digo, siempre vinculada a esta área geográfica”.
María, ¿será que los montañeses son personas más
asequibles? ¿Porque sin dudas es un trabajo más complejo, o no?
“Sí, son más amables, sencillos, más ‘sanos’ en su trato,
pero por supuesto, igual de preocupados cuando ven a un familiar correr peligro
por una enfermedad, síntomas de dolor, un accidente… El material humano es más
fácil de tratar; en cuanto al trabajo, quizá ahora, que hay más desarrollo en
la montaña, médicos en todas las comunidades, ambulancias, todo sea más fácil,
pero allá por los años 70 no era así.
“Acá se hacían partos, algunos eran difíciles, y todos
los procederes por complejos que resultaran; para trasladar a un paciente antes
lo estabilizábamos y le salvábamos la vida. Dormíamos con un sexto sentido
despierto, porque el personal era escaso y en la hora más difícil todas las
manos eran de ayuda. Acá no se podía hacer un electrocardiograma, ultrasonido,
rayos X, nada de eso, había que ‘ponerse los guantes’ y luchar por la vida”.
El Dr. Moisés Santos Peña, subdirector del Hospital
General de Cienfuegos y reconocido internista e intensivista, trabajó para 1979
en el hospitalito de San Blas, allí, recién graduado, su enfermera asistente
era María, a quien recuerda muy bien en cada uno de sus días y experiencias
vividas. “Tiene razón, recuerdo que cuando sentíamos un transporte bajar la
loma, nos tirábamos, porque siempre se trataba de una emergencia; y recuerdo
particularmente el caso de una parturienta, llegó en la madrugada, el niño
venía con tres circulares enredadas en el cuello. Estábamos ante una
disyuntiva, si remitíamos el caso peligraba la vida de ambos, y decidimos,
María y yo, hacer el parto, estabilizar a la madre y al recién nacido, y
entonces, ya fuera de peligro, fueron recibidos en Cienfuegos. Sobrevivieron y
hoy se llama Moisés”.
“Sabes, soy muy estudiosa, me gusta saber, leer, estar
preparada. Cumplí misión en Venezuela, y al regreso decidí jubilarme. Pero qué
va, no estoy hecha para estar todo el día en casa, me siento útil, revalidé mi
título de licenciada en Enfermería, y aquí estoy, otra vez en el trabajo, en el
lugar de siempre: la montaña; haciendo el único oficio que aprendí en la vida:
sanar”.
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