Un
desafortunado comentario en Facebook, red social que los cubanos descubren en
tiempos de wi-fi y modernidad tecnológica, me dio el pie para traer a colación
a la bandera cubana. Alguien se fotografío, orgullosa, con la enseña nacional
como fondo y saltaron, no como liebres sino como sapos, sujetos que politizaban
el post. Desafortunados comentarios que “criticaban” el hecho. Y es que muchos
confunden, con solo cruzar el océano, dignidad, idiosincrasia, pertenencia…
Quizá
toda la culpa no la tenga aquel que no cree su bandera es símbolo, y que
Patria, terruño y cuna, se cambian tal como se adquiere una ciudadanía. La
culpa podría rondar lo absurdo de tiempos ha, cuando emigrar era sinónimo de
traición. Pero es preciso no mezclar ni confundir, siempre seremos cubanos a
pesar de las malditas circunstancias y las coyunturas económicas.
Por
otro lado, vemos cuánto extrañan a Cuba, los muchos que viven en otras
latitudes, y se expresan con amor, porque cuando no están en ella, en esta
Isla en forma de caimán, se la inventan de mil maneras.
Ya
Bonifacio Byrne inmortalizó a la bandera de las franjas azules y blancas, del
triángulo rojo y la estrella solitaria, la que aprendimos a doblar en la
escuela, aunque izarla, con los tiempos, dejó de ser un acto cotidiano para
pasar a una vez por semana, y ese sí que fue un error ya enmendado.
Es preciso que todas las manos de los niños la acaricien, allí en ese templo
sagrado donde se aprende a leer y escribir.
“Y al
cubano que en ella no crea se le debe azotar por cobarde” no es solo una
estrofa de esos versos que aprendimos desde la “Primaria”, que inmortalizara el
gran Bonifacio Byrne, es una sentencia, una máxima. Ella es tan linda, flota al
viento con tanta hidalguía, que nos recuerda, estemos en el polo Sur, el Norte,
el ecuador o la mismísima Alaska, que somos y pertenecemos a esta tierra.
Recién
terminan las Olimpíadas, y en cada victoria apreciamos a los ciudadanos del
mundo entero, ir a las gradas, a donde el público, a buscar las respectivas
enseñas, fueron las primeras en ser honradas y exhibidas, en las pistas,
podios, cuadriláteros… con ella sobre los hombros se celebró la alegría, ¿o es
que acaso somos diferentes?
Entonces,
¿Por qué la confusión? ¿Tiene que ver el asunto con patriotas y patrioteros?
¿No es el cubano uno de los ciudadanos del Planeta al cual el orgullo lo
define? En todas las manifestaciones del arte la bandera es un ícono. Ahora
mismo estoy pensando en la canción Cuba, isla bella, tema de Orishas, escrito
por Yotuel Manzanares, que es casi un himno a la Patria, querida y anhelada
desde dentro y fuera de sus fronteras. “Aquí nació mi canto mi bandera”.
Pintores
cubanos se han apropiado de la bandera como tema de sus obras, porque ella es
“plástica”, exuberante, icónica. Igual sucede con renombrados fotógrafos, que
la han mostrado fotogénica en sus instantáneas. Pero si alguien, en una
red social, compartida entre tantas y tantas comunidades, se pone la etiqueta
de ignorante, confundiendo bandera con afiliaciones, estará sentando un
precedente de ciudadano sin terruño y eso sí que es duro, porque sin bandera no
hay identidad, sin bandera no pertenecemos a lugar alguno, sin bandera se está como flotando en el
limbo.
De los
precios que tiene hoy en el mercado, de cómo la he visto ultrajada en un
“delantal”, es tema para otro comentario, que no vale la pena estropear ahora. No
hay mayor orgullo de verla flotar al viento, aquí, allá y acullá, y decir, mi
bandera es aquella, tal cual lo hiciera en sus versos Bonifacio Byrne.
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