jueves, 13 de octubre de 2016

Oficio de carbonero




Nelson Córdova Godoy soñó con ser pelotero, y mira que el hombre es duro con eso de empeñarse en hacer realidad los sueños, lo que se le cuela "entre ceja y ceja", como decimos los cubanos,lo logra. Y tanto sucedió así, que venido de Las 500, una comunidad “perdida” en la geografía abreuense, en jurisdicción de la provincia de Cienfuegos, ubicada al Centro Sur de Cuba, fue a dar hasta la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético, conocida como la ESPA.
Y aunque llegó lejos, dejó un día atrás bate, guante y pelota y regresó a su barrio.
El muchacho de 41 años no habla mucho, es de esos entrevistados a los que mirándole a los ojos y desdibujándolo, encontramos los matices, las palabras por pronunciar. No muy alto, fornido y con la piel quemada por el sol, muestra unos ojos cansados a pesar de la juventud, porque su nuevo oficio lo hace pasar la noche en vela: carbonero.
“¿Qué si me pagan bien?”, responde con una interrogante. “Sí, la paga es buena, pero el trabajo se las trae. No creas, uno le llega a coger amor a esa pila de leña, que sabe se convertirá en fuego, quizá para calentar casas frías, allá lejos, para cocinar o vaya usted a saber”.
 
Nelson es trabajador de la Unidad Empresarial de Base No. 2 de la Empresa de Cultivos Varios y Acopio Juraguá, unidad que está encargada de la zona de fomento, allí donde el marabú llenó las áreas cultivables y ahora lo derriban, siembran y con la madera producen divisa, el exportarlo como carbón vegetal al mercado europeo.
“El horno se levanta pieza a pieza, vaya es como el oficio del artesano, y después viene estar alerta, para evitar que se "vuele", porque se puede echar a perder y quemar el carbón. La calidad es importante, y el mercado muy exigente, así que tiene que quedar en piezas enteras, y eso no sale de la nada, qué va, eso da trabajo, y es bastante duro. Aquí se aprovecha todo, el buldócer va desbrozando y ahí mismo, en el limpio, se levanta el horno”.
Tiene las manos negras, rudas,  huellas del batallar con la “aroma” madera dura, que persiste con retoñar después que es arrancada de raíz por las máquinas. Pero los campos se siembran, se arrancan los retoños, y se vuelve a sembrar, y no hay mejor cura para esta “mala” y “buena” hierba, que la persistencia de la tierra de parir.
“Es verdad que la paga es buena, y da para mucho, pero le digo que no es fácil, las noches y madrugadas con sus silencios, los mosquitos, la tensión de que no se encienda el horno y se nos queme el producto… Pero en general es un trabajo como otro y muy necesario, que da comida a mucha gente”.
Y en verdad Nelson tiene razón. Convertir el marabú en carbón es para la gente de Juraguá y sus alrededores, una especie de venganza, contra esa planta que colmó los campos que otrora eran verdes y daban de comen a los lugareños, en especie y salarios, pero atrás va quedando esa época, ya los campos reverdecen, y el humo de los hornos y esa estructura caprichosa tejida por las manos del hombre, augura tiempos mejores, en los que el ancestral oficio de carbonero vuelve a ser importante.

1 comentario:

  1. Uno de los oficios que llevan un gran sacrificio y mucha experiencia, para que no se convierta el horno en una pira y se pierda todo el trabajo. Actualmente bien remunerado y con algunas mejores condiciones de vida para los carboneros, que ya pasaron la etapa de los carboneros de la Ciénega

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