Una representación del colectivo de los Servicios de Cirugía del Hospital de Cienfuegos. |
El agradecimiento a todos los médicos cubanos en el Día de la Medicina Latinoamericana; en especial a los cirujanos, esos seres de "corazón de león, ojos de águila y manos de mujer", oficio que aprende mi hija y de quien estoy muy orgullosa
El
espíritu quirúrgico persigue a los cirujanos durante una jornada que comienza
temprano, no precisamente en el hospital sino en casa, inmersos en esa
cotidianidad que conmina y exige, en una carrera contra reloj para llegar
temprano al trabajo, no uno cualquiera, sino aquel al que se llega para salvar,
aliviar y mejorar la calidad de vida de los semejantes.
Los
cirujanos no son seres comunes, están dotados de poderes especiales, deben
poseer: “corazón de león, ojos de águila y manos de mujer”, y la frase por sí
misma tiene un profundo significado. Las manos son sus mejores instrumentales,
y las de un cirujano sirven a un doble fin: no sólo han de trabajar, sino que
deben sentir.
Se
trata de una especialidad de la mente y del carácter, de las percepciones, de
fortaleza física para permanecer largas horas de pie; el cirujano es
cronológico en su actuar, cuenta los pasos de una intervención, el instrumental,
el tiempo; y a veces puede ser sorprendido organizando los cubiertos en casa
con el mismo orden y disposición que una mesa de Mayo.
Todo
lo ven, todo lo notan, sacan conclusiones a priori y a posteriori con una
rapidez increíble, y tienen un inmejorable sentido del humor. Resultan seres de
visión clara y perspicaz, de
concentración visual y mental, cualidades innatas o adquiridas por la
experiencia acumulada y durante los años de aprendizaje, que pudieran comenzar
desde que estudiantes de Medicina son curiosos desde la ayudantía.
Resultan
osados, atrevidos, rápidos… pero no temerarios. Se les exige coraje y una dosis
de determinación extra a la de otras especialidades de la Medicina. Mucho antes
de llegar a la madurez quirúrgica, deberán admitir el consejo y la orientación
de sus maestros, porque solo la sencillez los conducirá al éxito.
No
se les admite la vacilación ni la falta de fe en su opinión y habilidad, el
paciente siempre espera de ellos maestría y sentir esperanza. El cirujano está
rodeado de situaciones dramáticas, en lo emocional e intelectual, por ello es
necesaria una capacidad a prueba para soportar la carga en las situaciones más
difíciles.
Pero
más allá de todo cuanto se les exige, de catalogarlos como “operarios de los
cuerpos”, de esperar siempre de ellos el éxito sin considerar que ellos mismos
son seres humanos como el resto de los comunes mortales, resultan seres
increíbles, buenos amantes, padres amorosos, que se duermen con asombrosa
facilidad y en los lugares más insospechados; y que identificamos con facilidad
en una cola, el ómnibus, taxi, coche de caballos y en la cuadra, porque usan
ese perfume inconfundible que es el “olor a hospital”. Los cirujanos, tras una
intervención quirúrgica responden, invariablemente, la misma pregunta a los
familiares: ¿Cuántos puntos le dieron?
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