lunes, 3 de diciembre de 2018

Cirujanos


Una representación del colectivo de los Servicios de Cirugía del Hospital de Cienfuegos.


El agradecimiento a todos los médicos cubanos en el Día de la Medicina Latinoamericana; en especial a los cirujanos, esos seres de "corazón de león, ojos de águila y manos de mujer", oficio que aprende mi hija y de quien estoy muy orgullosa

El espíritu quirúrgico persigue a los cirujanos durante una jornada que comienza temprano, no precisamente en el hospital sino en casa, inmersos en esa cotidianidad que conmina y exige, en una carrera contra reloj para llegar temprano al trabajo, no uno cualquiera, sino aquel al que se llega para salvar, aliviar y mejorar la calidad de vida de los semejantes.


Los cirujanos no son seres comunes, están dotados de poderes especiales, deben poseer: “corazón de león, ojos de águila y manos de mujer”, y la frase por sí misma tiene un profundo significado. Las manos son sus mejores instrumentales, y las de un cirujano sirven a un doble fin: no sólo han de trabajar, sino que deben sentir.

Se trata de una especialidad de la mente y del carácter, de las percepciones, de fortaleza física para permanecer largas horas de pie; el cirujano es cronológico en su actuar, cuenta los pasos de una intervención, el instrumental, el tiempo; y a veces puede ser sorprendido organizando los cubiertos en casa con el mismo orden y disposición que una mesa de Mayo.

Todo lo ven, todo lo notan, sacan conclusiones a priori y a posteriori con una rapidez increíble, y tienen un inmejorable sentido del humor. Resultan seres de visión  clara y perspicaz, de concentración visual y mental, cualidades innatas o adquiridas por la experiencia acumulada y durante los años de aprendizaje, que pudieran comenzar desde que estudiantes de Medicina son curiosos desde la ayudantía.

Resultan osados, atrevidos, rápidos… pero no temerarios. Se les exige coraje y una dosis de determinación extra a la de otras especialidades de la Medicina. Mucho antes de llegar a la madurez quirúrgica, deberán admitir el consejo y la orientación de sus maestros, porque solo la sencillez los conducirá al éxito.

No se les admite la vacilación ni la falta de fe en su opinión y habilidad, el paciente siempre espera de ellos maestría y sentir esperanza. El cirujano está rodeado de situaciones dramáticas, en lo emocional e intelectual, por ello es necesaria una capacidad a prueba para soportar la carga en las situaciones más difíciles.

Pero más allá de todo cuanto se les exige, de catalogarlos como “operarios de los cuerpos”, de esperar siempre de ellos el éxito sin considerar que ellos mismos son seres humanos como el resto de los comunes mortales, resultan seres increíbles, buenos amantes, padres amorosos, que se duermen con asombrosa facilidad y en los lugares más insospechados; y que identificamos con facilidad en una cola, el ómnibus, taxi, coche de caballos y en la cuadra, porque usan ese perfume inconfundible que es el “olor a hospital”. Los cirujanos, tras una intervención quirúrgica responden, invariablemente, la misma pregunta a los familiares: ¿Cuántos puntos le dieron?

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