Atesora
incontables méritos y reconocimientos a lo largo de su carrera como médico, 55
años, así como categorías profesionales y docentes, pero una de ellas destaca
en su personalidad: el desprendimiento humano
Caminar
junto al profesor Bermúdez por los pasillos del Hospital Provincial de
Cienfuegos, supone recorrer la historia de este centro asistencial y docente; y
por qué no, de la Medicina en el territorio. Nadie o casi nadie le llama por su
nombre: José María Bermúdez López, el profe, quien a fuer de enseñar a tantas
generaciones, se ha convertido en una institución. Especialista en Medicina
Interna y a 55 años de haberse recibido como médico, llega todos los días, a
pie, al Hospital, y en su Sala, la 12 A, lo esperan pacientes, médicos y
estudiantes.
“Interrumpí
mi carrera en 1957, cuando la efervescencia revolucionaria que vivía la
Universidad de La Habana por aquel entonces, fue violentada con el cierre de la
institución. Para mayo de 1959, abría nuevamente sus puertas y de inmediato me
incorporé, el país necesitaba de médicos para implementar todo cuanto se
proponía en materia social. Me gradué en diciembre de 1960 y de inmediato
marché al Servicio Médico Rural en la Cooperativa Chiqui Gómez, en Villa Clara,
pero que antiguamente era la Provincia de Las Villas”.
Desde
entonces y hasta hoy, transcurridos 55 años no ha dejado de estudiar y
prepararse un solo día, porque esta profesión, en sus propias palabras, “es
infinita”. ¿Por qué escogió la Medicina Interna como especialidad?
“Siempre
he considerado se trata de una especialidad global, que abarca al resto, y
porque me gusta. Le otorgo especial importancia a la aplicación del método
clínico, la entrevista al paciente… Y no niego el uso de las nuevas tecnologías
que han venido a complementar y a enfocarse a una nueva idea del diagnóstico”.
Por
toda la Sala 12 A, se mueve con entera libertad, rodeado de estudiantes de la
Universidad de las Ciencias Médicas, los encontramos de Tercero, Residentes,
Internos, a quienes, como profesor Consultante, les trasmite todo cuanto ha
aprendido. ¿Qué consejo, a la altura de su experiencia profesional, daría a las
nuevas generaciones de médicos?
“Pienso
que, en esencia, deben reunir rasgos como la humildad y el respeto. Una cosa es
el trato cariñoso y humano con el paciente y otra es el respeto que debe
imperar en esa relación. También un consejo, superarse constantemente,
aprender… en esta profesión no se termina nunca”.
Cuatro
hijos, uno que lo secunda en la profesión, ocho nietos y 54 años de matrimonio son
el complemento de una vida feliz y plena, en la que se refugia el Dr. José
María Bermúdez López, hombre con una profesión de inmensa vocación de servicio
a la que se ha entregado.
“El
venir todos los días al Hospital, hasta donde hago una saludable caminata en
las mañanas, no es ya un compromiso, forma parte de mi vida, porque no es un
modo sino parte de la existencia misma. Creo que desde la fundación del Hospital
Provincial me he movido dos veces de la Sala 12 A. Una fue cuando la epidemia
de dengue del ’81, y la otra, por las reparaciones de que acaba de ser objeto.
La fuerza de la costumbre me trae hasta acá, como un lugar de afectos.
Por
último, ¿cómo se imagina el Hospital del futuro? Ya es un lugar donde se
resuelven los problemas, a pesar de la indisciplina social, y de la gran
multitud de personas que acuden a la institución de manera diaria. Con todo el
cariño que le profeso al centro, lo imagino perfectible”. Y tal como nos
encontramos esa mañana, regresa a su rutina diaria el profe Bermúdez, adonde
sus queridos colegas de la 12 A, donde le hace culto al oficio de sanador.
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